Luis Enrique, Bale e Ibai, juego vertical  (CRÓNICA)

Foto: ©Archivo Efe/Andreu Dalmau

Tras el éxito de la nave Rosetta en su aventura hasta el cometa 67P, la Agencia Espacial Europea bien podría poner su mirada en los campos de fútbol españoles. Aeropuertos hay a punta pala, conque nada impediría que el módulo aterrizador, tal como los monos atravesaban la península de rama en rama, se posara casi de estadio en estadio para explorar a los astros de la Liga BBVA.

Si registrara las retransmisiones deportivas y enviase a científicos legos en balompié las expresiones empleadas por locutores y aficionados, probablemente se llegase a dos conclusiones: en primer lugar, que el lenguaje del fútbol, más que terrícola, es marciano (¿ganarle la espalda al defensa?, ¿robarle la cartera?, ¿juego vertical?, ¿∴∅∴∅?), y, en segundo lugar, que sobre el césped de juego rigen principios geométricos distintos a los que gobiernan en el resto del planeta Tierra.

Estos científicos responsables de analizar la información recabada por la Rosetta se encontrarían con frases como «La obsesión de Luis Enrique es que el juego del equipo sea vertical», «Un estilo que cambia cuando es titular Bale, más directo y vertical» o «Ibai salió en la segunda mitad por Beñat para apostar por un juego más vertical».

Como es imaginable, la nave Rosetta llevaría a cabo su misión apoyándose siempre en el diccionario académico. Entonces, enojada por hallarse perdida, ella que no se ha extraviado viajando durante diez años, pasaría páginas hasta la letra uve y emitiría la siguiente queja: «Pero ¡¿vertical no significa ‘perpendicular al plano horizontal?!».

Si así fuera, el entrenador del Barcelona estaría aleccionando a su plantilla para que jugase al patapum p’arriba; el estilo del Real Madrid variaría al entrar en el campo Bale, más erguido que el compañero al que sustituye, presumiblemente corcovado y tendente a la horizontal; y los futbolistas del Athletic, si son de Bilbao y otros juegan vertical, pues ellos ponen San Mamés en una montaña, «¡qué narices, Patxi!, atacamos cuesta arriba y sin arneses».

En realidad, como todo aficionado sabe, en fútbol se emplea vertical para referirse no al plano perpendicular al suelo, sino al futbolista o juego ‘que va lo más rápida y directamente posible hacia la portería contraria’, a menudo contragolpeando, sin entretenerse en elaborar las jugadas con demasiado fútbol de toque en el centro del campo o, en palabras más comprensibles para la Rosetta, sin detenerse a cargar baterías cada tres satélites.

¿Es censurable? Difícilmente puede tacharse de uso impropio. Aunque la Academia no acoja esta acepción, es jerga futbolística extendidísima, hasta el punto de que ya se encuentran frases con el derivado verticalizar: «El equipo de Unai Emery intentaba verticalizar, todo lo que podía, todas las jugadas de ataque» o «El fichaje de Griezmann no solo fue para verticalizar más al equipo».

Y, por supuesto, hace ya décadas que cunde el giro perder la verticalidad, este sí preciso en cuanto al significado, aunque natural, lo que se dice natural, no es el tomate triturado en casa. Ya Fernando Lázaro Carreter advertía de esta expresión ampulosa en 1992: «Delicada perífrasis […] con el simple significado de ‘caer o caerse’, que ya es oficiar de pedante. Lógicamente, cuando un jugador se ponga en pie, lo hará renunciando a la horizontalidad».

No me imagino a unos padres, al ver a su hijo de año y medio salir corriendo por la calle a toda pastilla, con equilibrio aún precario y todos los boletos navideños para meterse un trastazo de los gordos, previniéndolo con semejante rodeo: «¡Cuidado, que pierdes la vertica…! Aúpa, cariño, que solo eran los de leche». Para cuando uno termina de pronunciar la advertencia, ya hay tres incisivos sobre la acera.

Y es que niños y futbolistas se desequilibran mucho. El tópico afirma que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y entonces, a fuerza de tropezar y caerse, ¿acaso no se formarán socavones en el terreno de juego? «¿No será eso —⁠podría preguntarse la nave Rosetta⁠— lo que los periodistas entienden por jugar en profundidad?».

Me temo que no. Tampoco el juego profundo es descifrable a partir de los significados recogidos en el diccionario. Jugar en profundidad no es imitar a los topos formando galerías subterráneas, sino mover el balón de tal modo que el equipo vaya superando barreras defensivas, ganando metros hacia la portería rival con el fin de terminar las jugadas de ataque y crear ocasiones de gol.

A estas alturas, una vez más, no es lógico ir en contra de una expresión tan arraigada, compartida y eficaz para comunicar. Sucede, simplemente, que el lenguaje futbolístico se hace a medida sus brújulas, se orienta con coordenadas distintas de las que dirigen a la Rosetta. Por emplear un sinónimo de pelota, el fútbol va a su bola.

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