Quienes narran los partidos de fútbol saben que los protagonistas son los jugadores. Su labor como profesionales consiste en cederles la pelota a cambio de la palabra: si el delantero habla en el campo con sus goles, el informador lleva la voz cantante en la cabina con sus creaciones léxicas.
Una vez pronunciadas o escritas, estas invenciones corren suertes inciertas y pueden propagarse como un incendio incontrolable o apagarse cual llama de mechero. Existe un margen de incertidumbre y nadie sabe, en concreto, qué éxito alcanzará o en qué olvido caerá esto de llamar recontra a la ‘réplica ofensiva de un contrataque’.
Común entre locutores de televisión y radio, la recontra va extendiéndose poco a poco, con más timidez que tinta, sobre las páginas de algunos rotativos: «Éver empezó la recontra y sirvió un balón perfecto a Canales» o «Tras una contra que desbarató Godín, llegó la recontra colchonera».
La recontra, creada a partir de la locución a la contra, cuenta a favor con el hecho de que resulta gráfica y se entiende con facilidad hasta por quien se topa con ella por primera vez: el lector u oyente imagina un partido abierto, de ida y vuelta, con ocasiones en ambas porterías; primero un ataque, a continuación un contrataque (mejor que contraataque, conforme a la Ortografía) y de nuevo un jugador corre hacia la puerta rival en la recontra definitiva.
Despierta la curiosidad, de cualquier forma, que se hable en femenino de la contra (y, en consecuencia, de la recontra), cuando todo apunta a que es acortamiento de contragolpe o contrataque, ambos sustantivos masculinos.
Por lo general, estas voces conservan el género de la palabra acortada: la bici es femenina como también lo son las bicicletas con que Cristiano Ronaldo encara a sus oponentes, y, cuando Tito Vilanova enfermó, necesitó para recuperarse quimio, acortamiento femenino —incluso acabando en -o— de quimioterapia.
Aunque no es la única excepción, pues los niños que temporada tras temporada compran el álbum oficial de la Liga BBVA no hacen sino coleccionar cromos, sustantivo masculino aun siendo acortamiento del femenino cromolitografía, según el diccionario académico.
Hablando de cromos, ¿no influirá su febril intercambio entre los niños en nuestro leísmo patrio? Estará por la primera vez que, enseñando sus cromos dos chavales, diga uno silo o nolo, como correspondería a sí lo tengo y no lo tengo, en lugar de los constantes sile y nole.
Quizá haya pesado en la elección del femenino, volviendo al tema, el que contra ya presenta tal género en la contra o contraportada de un libro, en la contra o contratapa de la vaca o en la contra o contrarrevolución nicaragüense, tal como indica el Diccionario panhispánico de dudas.
Finalmente, tampoco ha de descartarse que se trate de un deslizamiento semántico del boxeo y que se haya tomado del ‘golpe no directo’ también llamado contra en femenino.
De un modo u otro, la locución registrada en el Diccionario y la Gramática es a la contra, empleada normalmente con los verbos ir, salir o jugar.
Pero queda aún pendiente el análisis del prefijo re- que antecede al también prefijo contra-. Dado que contra- aporta el significado de ‘acción contraria, orientada a contrarrestar o neutralizar’, nada más lógico que de un ataque se derive un contrataque y, más brevemente, una contra; luego, como sería inelegante armar una contracontra, el genio del idioma ha apostado por el prefijo re-, que también encierra la idea de ‘movimiento hacia atrás’, como se aprecia en reflujo.
Por último, siendo el lenguaje futbolístico tan presto a la hipérbole y a la épica, puede que esta creación se apoye en parte en el matiz intensificador también presente en re-, más notable incluso en requete- y recontra-…, como en crónica recontrabreve, en fin.