El Barça de Luis Enrique hace los deberes  (CRÓNICA)

Foto: ©Archivo Efe/Toni Garriga

La proximidad del lunes y, con este, el adiós al fin de semana hacían de mis tardes infantiles de domingo un periodo de melancolía y desmayo. Peor aún: si entre el viernes y el sábado no había completado las tareas escolares, la mala conciencia por no haber hecho los deberes me castigaba más que cualquier sanción que pudieran imponerme en el colegio.

En la asignatura de Lengua Española, por ejemplo, podían habernos mandado un ejercicio de oraciones en el que se nos grababa a fuego que sólo llevaba tilde cuando era adverbio y carecía de ella cuando era adjetivo; eso o nos emplazaban a leer y aprender un párrafo donde se explicaba que deber + infinitivo no es lo mismo que deber de + infinitivo.

A juzgar por el revuelo desatado con la posterior supresión de la tilde en el adverbio solo, queda claro que muchos hispanohablantes hicieron de esa primera regla santo y seña de competencia lingüística, bastión de excelencia ortográfica incluso, se enamoraron de ella, en fin.

La distinción entre deber + infinitivo y deber de + infinitivo, en cambio, se explicaría quizá cuando la clase tocaba a su fin y los alumnos solo atendían al toque inminente del timbre del recreo, cuando los cinco sentidos estaban ya puestos en las vacaciones a punto de estrenarse y las palabras de los profesores caían en saco roto, sin pena ni gloria, hasta tocar vanamente el fondo de un pozo abandonado.

Y aunque estas construcciones verbales tienen también su corazoncito y desearían contar con el cariño profesado a la antigua tilde del adverbio solo, no hay duda de que son legión los hablantes que nunca llegaron a fijar que deber de + infinitivo expresa tan solo probabilidad, suposición o conjetura y que, por tanto, no es aconsejable emplear esta secuencia para indicar obligación.

La prensa deportiva da fe de esta confusión: «Sobre Torres, Simeone argumentó que es un futbolista al que se debe de explotar con espacios», «El Madrid debe de tener mucho cuidado cuando pierde el balón» o «El colegiado extremeño Gil Manzano arbitrará el encuentro que deben de disputar el Granada y el Elche», ejemplos los tres en los que lo apropiado habría sido escribir debe(n) + infinitivo, sin de.

La construcción deber + infinitivo, por su parte, es la recomendada para expresar obligación y equivale a tener que + infinitivo: «Djukic afirma que el equipo debe / tiene que recuperar sus señas de identidad». No obstante, es verdad que también se utiliza ampliamente con el sentido de conjetura o probabilidad en todo el mundo hispanohablante, motivo por el cual la Nueva gramática de la lengua española no considera incorrecto este uso.

El tono aleccionador (vale decir estudiantil) de esta crónica me lo sugiere, por cierto, esa expresión tan habitual en las narraciones deportivas de hacer los deberes: «El equipo de Luis Enrique hace los deberes».

Si consultamos el diccionario académico, encontraremos que, en su acepción de ‘ejercicio que, como complemento de lo aprendido en clase, se encarga, para hacerlo fuera de ella, al alumno de los primeros grados de enseñanza’, el sustantivo deber se usa más en plural («U. m. en pl.», abrevia la Academia), esto es, deberes.

Justo debajo, aparece la locución hacer alguien su deber, en singular, que no significa sino ‘cumplir con su obligación en lo moral o en lo laboral’: «En un equipo, si un solo jugador no hace su deber, destruye el trabajo de los otros».

En el ejemplo del Lucho, por tanto, el tono infantil desaparecería optando por el singular: «El equipo de Luis Enrique hace / cumple con  su deber». No solo parece más ajustado al contexto del deporte profesional, sino que ganar el partido no es una actividad complementaria para los azulgranas, sino su principal incumbencia y desafío cada vez que saltan a un campo de fútbol, el objetivo por el que entrenan y hacen ejercicios tácticos y físicos durante el resto de la semana.

En definitiva, ya sea porque los matices se nos escapen o porque las obligaciones disgusten y tendamos a huir de ellas, la palabra deber se siente sin el aprecio merecido, tenida en poco y a la sombra de esa tilde del adverbio solo, romántica de tanto amor lingüístico como convoca. Tal vez sea un reflejo de nuestro tiempo y, más allá de la corrección gramatical, haga falta relacionarnos con el deber más amorosamente. Ser capaces de cumplir nuestras obligaciones con más mimo es un aprendizaje enriquecedor. Está en el debe de todos.

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