Las voces procedentes de otras lenguas que los diccionarios suelen recoger en letra cursiva porque no se han adaptado al español se escriben con ese tipo de letra (o entre comillas si no se dispone de cursivas) precisamente para avisar al lector de esta circunstancia.
El diccionario registra a menudo palabras, generalmente voces extranjeras, que están escritas en cursiva, un tipo de letra con el trazo ligeramente inclinado a la derecha y diferente de la letra redonda, la empleada normalmente y que tiene verticales la mayoría de sus trazos.
El hecho de que estos extranjerismos se incluyan en el diccionario puede hacer pensar que son palabras que cuentan con plena carta de naturaleza y el hablante tiende a usarlas sin respetar esta marca especial que, sin embargo, presentan.
Que el Diccionario recoja estos términos extranjeros da fe de su frecuente empleo en nuestra lengua, pero el que figuren en cursiva indica que son palabras ajenas a la estructura morfológica y fonética del español. Además, en muchas ocasiones, la propia Academia propone adaptaciones o traducciones que a veces juzga preferibles.
Es el caso, por ejemplo, de la voz marketing, que está en cursiva, remite a la traducción mercadotecnia y para la que también existe la adaptación márquetin; o del italianismo paparazzi, escrito en el diccionario en cursiva y para el que la Academia propuso la castellanización paparazi.
En definitiva, en los casos en los que no hay ni traducción ni adaptación, o cuando habiéndola se opta por emplear la forma original extranjera, lo adecuado es usar la cursiva, o las comillas si no se dispone de este tipo de letra.