Despejar es a despeje como rechazar a rechace  (CRÓNICA)

Foto: ©Archivo Efe/cl

Hay dudas que no se despejan ni con anticiclones, dudas que no se aclaran ni con Photoshop; se trata de dudas tozudas, testarudas, que nacieron para cansar los brazos de los escolares (quien no lo sepa que levante la mano; si alguien tiene preguntas, que levante el dedo); dudas a prueba de bomba, dudas Fat Man, Little Boy.

Uno juraría que el fin del mundo acabaría con ellas, pero cae un meteorito sobre la Tierra y ahí están las cucarachas junto a una porfiada legión de dudas inextinguibles: «¿De verdad está mal decir rechace? ¿Kafka creó a la cucaracha de La metamorfosis porque sentía el rechazo de su familia?, ¿o porque sentía el rechace de la sociedad?, ¿seguro que no era un escarabajo?».

Rechace rechazo, he ahí la cuestión. Lo cierto es que uno consulta el diccionario académico y solo encuentra entre sus páginas la forma rechazo1, definida previsiblemente como ‘acción y efecto de rechazar’.

¿No existe entonces rechace?, ¿será una leyenda urbana eso de que los delanteros aprovechan o recogen los rechaces? Si no se figura en la foto junto al monumento, parece que no se ha viajado; si no se incluye un término en el Diccionario, parece irreal.

Pero ¿es que acaso hay correspondencia unívoca entre todo cuanto existe y las entradas recogidas en el Diccionario? Para semejante compendio, sería precisa una obra infinita, una enciclopedia monstruosa, sobrehumana, el tesauro babilónico que enfurecería a Dios.

Que esa es otra: guiados por la misma lógica, podría asimismo pensarse que el aparecer un vocablo en el Diccionario supone la existencia de su referente: los unicornios, los Reyes Magos…, todos reales y con el DNI en regla.

Una vez más, valga recordar que el Diccionario recoge apenas una muestra representativa de todo el caudal léxico de un idioma. Una muestra nutrida, si se quiere, pero que forzosamente deja fuera infinidad de palabras posibles, desde diminutivos hasta aumentativos, desde términos creados por prefijación hasta otros fraguados por composición.

En el caso del par rechazo/rechace, por más que el diccionario académico solo recoja la primera forma, la variante terminada en -e no es lo que se entiende por una novedad exótica, de esas que reverdecen el campo léxico del fútbol, pues hay constancia de su uso ya en 1934: «Alonso, al recoger un rechace del larguero, marcó el primero», según se ve en el Corpus diacrónico del español, de la Academia.

Amén de asentado, gana por goleada a rechazo, y hasta la Nueva gramática de la lengua española indica que la terminación en -e es característica del lenguaje deportivo: achique (de espacios), choque(salida al) corte, despeje, empate, pase, recorte, regate, rematesaque… Vamos, que rechace, en fútbol, no tendría por qué generar rechazo.

Este último sustantivo, por cierto, será el que se emplee preferentemente en otros contextos. ¿Un órgano se trasplanta? A rezar por que no haya rechazo. ¿Un soberbio declara su amor patosamente? Rechazo al canto. Y Kafka ¿qué?, ¿sufrió rechazo o rechace? Pues a menos que sus odiadores se dedicaran a correr en pantaloncito corto de deporte, lo suyo será decantarse por rechazo.

Retomando el tono apocalíptico del principio y parafraseando el célebre microrrelato de Monterroso, ojalá esta crónica ayude a decir: cuando las cucarachas despertaron, la duda sobre rechace ya no estaba allí.

 

La vigesimotercera edición del diccionario académico, publicada con posterioridad a esta crónica, ya recoge la forma rechace con el significado de ‘en el fútbol y otros deportes, acción de rechazar’.

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