Geometría futbolística: del plano al terreno de juego  (CRÓNICA)

Foto: ©Agencia Efe/Toni Albir

Así como el Rayo Vallecano atravesó al Granada con su victoria por cero goles a tres en el estadio de Los Cármenes, del mismo modo el lenguaje futbolístico está cruzado por abundantes términos del campo de la geometría.

Para empezar, el mismo balón, sin el cual no hay juego infantil ni choque entre equipos profesionales, recibe el nombre de esférico, designado el objeto por la forma que le es propia, salvo que un exceso de puntapiés o punterazos lo abomben y desfiguren.

Llegado el caso extremo de apepinar la pelota hasta el punto de volverla inutilizable, nada impediría vaciarla de aire. Así, aplastada hasta dejarla sin volumen, quedaría reducida a un círculo de tamaño intermedio entre el círculo central del campo, donde comienza el partido, y el contorno igualmente circular de la moneda lanzada al aire en el sorteo de quién saca o qué campo es el elegido para defender y atacar en el primer tiempo.

Resuelto este lance previo, y orientados por tanto los porteros respecto a la meta que les corresponde guardar, uno y otro principiarán un trote más o menos intenso hasta llegar a sus respectivas metas, esto es, al arco que les tocará proteger de cuantos remates y disparos reciban.

De sus errores o aciertos dependerá que una falta lanzada con maestría supere la barrera y, dibujando una parábola, llegue a alojarse en el fondo de las mallas o que, estirada mediante, el cuero salga despejado cuando ya parecía que se colaba por toda la escuadra.

Más difícil resultará detener el tiro si la infracción ha tenido lugar dentro del área, incluso en su mismo vértice, por ejemplo derribando al delantero tras haber salido el defensa mal al corte («Fue insuperable por arriba, contundente y preciso al corte y clarividente a la hora de sacar la pelota jugada»). Entonces, sin barrera que entorpezca la trayectoria, el futbolista no tendrá más que poner con mimo la pelota sobre el punto de penalti y chutar con un mínimo de precisión.

Si el penalti va acompañado de expulsión, es probable que el esquema táctico se resienta y haya que modificar dentro del rectángulo de juego cuanto se había ensayado sobre el plano o el papel.

Aunque no siempre es necesario que el árbitro deje a un equipo con diez para que el planteamiento inicial salte por los aires. Hay acciones que, sencillamente, es imposible prever.

Así, por más que un entrenador sepa que su rival cuenta con jugadores peligrosos a la contra, resulta difícil imaginar que, tras meter un empellón al adversario que lo manda más allá de la línea lateral, este aún va a tener potencia para ganarle la carrera al defensa y dirigirse al marco contrario como una flecha: «Gareth Bale salió corriendo como una flecha por la banda izquierda y ni siquiera la tarascada de Marc Bartra pudo frenarle».

Si en vez de contragolpear, el equipo asume la iniciativa de llevar el peso del partido, se dedicará a triangular y cambiar el juego mediante centros de banda a banda hasta encontrar un espacio o un desmarque en diagonal que permita superar al eje de la zaga, aunque a veces la internada no termine en gol porque el atacante se haya escorado en exceso hasta quedarse el tiro sin ángulo.   

Aún hay más: señala el diccionario académico que la geometría es el ‘estudio de las propiedades y de las medidas de las figuras en el plano o en el espacio’ y también que figura es la ‘persona que destaca en determinada actividad’. Barajando definiciones, la geometría podría ocuparse de los jugadores más hábiles y portentosos, de los ases del balón o de los pregonados cracs, ese anglicismo empobrecedor.

Figura, en fin, es también la ‘forma exterior de un cuerpo, por la cual se diferencia de otro’. En este sentido, dicen los terapeutas gestálticos que toda figura requiere un fondo desde el cual destacarse, así la tinta negra de una crónica necesita del inadvertido blanco del papel para resaltar.

Del mismo modo, este fin de semana la muerte de Tito Vilanova deja la jornada liguera en segundo plano. Él, más que cualquier jugador, es ahora la figura indiscutible, el astro que aún despide brillo, aunque su cuerpo decline. Llegado el momento de su muerte, el fútbol surge a lo sumo como el telón de fondo sobre el que eligió proyectar su vida. «Fútbol es fútbol», diría el célebre Boskov, igualmente fallecido este fin de semana. Los seres queridos de ambos saben que un hombre es mucho más.    

 

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