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La legibilidad

La legibilidad es esa palabra mágica que emplean algunos diseñadores y/o tipógrafos para justificar por qué eligen un tipo de letra en vez de otro, el que más les gusta, generalmente. En sentido estricto, legibilidad es la mayor o menor facilidad de un texto para ser leído. Y así se quiere aplicar también para un determinado tipo de letra, lo que ocasiona un problema, porque un texto y un tipo de letra no son la misma cosa.

Existen discrepancias en cuanto a la legibilidad de los textos en función de que sean tan solo leídos (recitados en voz alta, podríamos decir) o comprendidos, que es algo bien distinto y que suele requerir una lectura más lenta y atenta (se puede leer un tipo, ¿se puede comprender un tipo?). Y mencionamos lo de lenta porque ha sido una de las maneras, tal vez la más tosca, de intentar medir la legibilidad para después apoyarse en ella como si de un dato científico se tratara.

Es cierto que durante todo el siglo XX se han llevado a cabo experimentos con pretensiones científicas para intentar estudiar la legibilidad, la mayor parte de ellos, como ya decíamos, test de velocidad, aunque también se ha registrado el movimiento ocular y se han realizado exámenes de comprensión, entre otros criterios.

Los resultados han sido… pues completamente distintos según el criterio que se eligiese (velocidad, movimiento ocular, etc.), lo que viene a confirmar que, hoy por hoy, no se puede medir tal supuesta cualidad de los tipos de letra, si es que la tienen. Y es que son tantos los factores que hacen que un texto sea más o menos legible: el ancho de las columnas, la luminosidad del blanco del papel, el espaciado y el tamaño de los caracteres… sobre esto último sí parece haber consenso y casi todos están de acuerdo en que unos caracteres de tamaño medio se leen mejor que los más pequeños; de Perogrullo, vamos.

No existe apenas obra en español sobre la legibilidad (ni se han traducido, que sepamos, las pocas existentes), pero recopilando de unos y otros se pueden encontrar algunos elementos de los tipos de letra que ayudarían, hipotéticamente, a aumentar la legibilidad. Estos son:

  • – Rasgos ascendentes y descendentes, como puntos de anclaje para reconocer las palabras (por tanto, aumentarían la legibilidad);
  • – Mayor altura de la x, o mayor ojo, también supondría mayor legibilidad (aunque no hay consenso sobre esto);
  • – El contraste entre el grosor de los rasgos supone mayor legibilidad para unos tipógrafos y menor para otros;
  • – El diseño de los remates e, incluso, las contraformas;
  • – El espacio en blanco del interior de los caracteres, aumentaría también la lebilidad si tienen un área grande.

Entre todas estas opiniones, la del gran tipógrafo Eric Gill, sin embargo, nos parece de las más sensatas cuando afirma que es más legible aquello «a lo que uno está acostumbrado». De ser cierta esta afirmación, y muchos sospechamos que al menos se aproxima bastante a la certeza, sería más legible un tipo gótico para un alemán acostumbrado a él desde niño, que un tipo romano, algo que a nosotros nos puede parecer aberrante. Y que, además, daría al traste con tantos rediseños que cambian, por ejemplo, la «obsoleta» Times por nuevos tipos diseñados ahora, «mucho más legibles»; porque sin entrar en la polémica de cuál de esos dos tipos es más legible (algo que como hemos visto no resulta fácil de determinar) estaríamos cambiando el tipo de letra al que todos sus lectores están acostumbrados.

Detrás de esta palabra mágica, pues, subyace todo lo racional de sus investigaciones junto a lo irracional del pensamiento subjetivo porque, ¿de verdad vemos todos igual un mismo tipo de letra?

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