Vigara ha ofrecido una conferencia sobre las características generales del lenguaje juvenil dentro del seminario internacional El español de los jóvenes, organizado por Fundéu BBVA y la Fundación San Millán de la Cogolla en el monasterio de Yuso de San Millán de la Cogolla (La Rioja).
La profesora de la Complutense ha subrayado que los jóvenes «dejan su propio lenguaje cuando se aproximan a la edad adulta, nos ha pasado a todos» y «a pesar de eso nos enfrentamos a él con prejuicios y estereotipos, quizás porque normalmente no lo hacemos siendo jóvenes».
Frente a esos prejuicios «creo que hay esperanza, la forma de la que hablan los jóvenes no es tan terrible» sobre todo porque «manejan el lenguaje común, el mismo que todos, aunque lo tienen menos consolidado, porque también han tenido menos tiempo de aprender».
Además «ellos usan su jerga para comunicarse con más jóvenes de forma eficiente, pero cuando hablan con adultos tienen acomodadores lingüísticos, y eso no indica pobreza de recursos».
La profesora de la Universidad Complutense ha incidido en que los jóvenes emplean «esa jerga de edad» para «situaciones informales, dentro de un contexto» y para la «comunicación oral».
Eso tiene que ver, ha asegurado, con el objetivo de «cohesionarse como grupo y diferenciarse» y «si nosotros no estamos en el contexto, muchas veces no lo vamos a entender».
En este sentido, ha afirmado que la creación de un «lenguaje juvenil» es «más real» en situaciones propias de jóvenes relacionadas con sus saludos propios, despedidas, y sus sentimientos amorosos o sexuales, aunque «los jóvenes también hablan de otras cosas», con un lenguaje más similar al adulto.
Vigara ha subrayado la capacidad de los jóvenes «para crear nuevos sinónimos» y ha puesto como ejemplo las acepciones del verbo reír, como «partirse el eje o descojonarse» y de pene «como manguera o trabuco».
Otras expresiones que han creado los jóvenes, ha asegurado, son las de «huevo kinder», para definir a una mujer embarazada o la de «ser un turbio» para una persona que transmite malas vibraciones.
La profesora de la Complutense ha insistido en el «carácter informal» del lenguaje juvenil, la tendencia a usar «eufemismos lúdicos, la tendencia a materializar lo abstracto» y a «deformar, de forma gratuita las palabras, usar sufijos peculiares».
En todos estos recursos «la corrección de la norma no forma parte de los intereses de los jóvenes, pero no por ser incorrectos, sino porque no les interesa», ha asegurado.
«El lenguaje de los jóvenes no es un dechado de virtudes y un prodigio de creatividad, pero tampoco es pobre y desprecia la corrección», ha afirmado, y ha subrayado la capacidad «de crear un lenguaje abierto, en el que se crea terminología nueva, se recuperan palabras o se copian otras de la televisión».
Por ello, ha concluido, el lenguaje de los jóvenes expresa «sus propias necesidades expresivas, que son generacionales» lo que supone «un acto de cultura práctica» y por ello ha rechazado el prejuicio de que «nosotros lo hacemos todo bien —con el lenguaje— y ellos todo mal».