Las nuevas formas de comunicación generan nuevas formas de redacción, puntuación y transmisión del mensaje. Con la invención del teléfono, la gente pronto se percató de que no hacía falta gesticular, porque nuestro interlocutor no nos ve. Con el correo electrónico, redescubrimos el género epistolar, pero con un estilo más coloquial y fluido, menos formal.
Con la aparición de las publicaciones profesionales en internet, los redactores empezaron a crear una suerte de normas ortotipográficas adaptadas, no recogidas aún en la ortografía académica, y se pusieron a intentar solventar ciertas dificultades técnicas inherentes a la lectura de textos en una pantalla, como el hecho de que una persona se distraiga con más facilidad si lee un artículo en una web que en una hoja, porque en aquella puede haber elementos ajenos con color, objetos en movimiento, imágenes…, a lo que se une la diferencia de nitidez —y, por tanto, de legibilidad— de un texto electrónico (una pantalla es una fuente de luz, al fin y al cabo), en comparación con el texto impreso en una materia inerte como el papel.
Por su parte, los chats, los SMS y la mensajería instantánea se caracterizan por la inmediatez. Se trata de un código escrito que emula los modos, la brevedad y coloquialidad del lenguaje hablado. Se prima más que nunca la brevedad y, por tanto, el contenido sobre el continente, el contexto sobre la puntuación y el mensaje sobre las formas. Y de estas características intrínsecas a la comunicación inmediata surgen —de un modo natural, y casi nunca muy planeado— una serie de usos relativos a la abreviación, la gestualidad, el acortamiento y la síntesis, que se transmiten de un internauta a otro, de un hablante a otro, y que explicamos a continuación.
El origen de la comunicación instantánea
Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha buscado sistemas de comunicación bidireccionales con los que poder dialogar a grandes distancias: señales de humo, reflejos, silbidos, señales sonoras, banderas, luces… En nuestros tiempos, el chat y los sistemas de mensajería instantánea para ordenadores y teléfonos inteligentes cumplen esa función, pero casi todos estos medios adolecen de dificultades para comunicarse con fluidez, ya sea por el costo, los requisitos técnicos o lo dificultoso que resulta escribir (en un teclado de pequeñas dimensiones, por ejemplo).
Se oye con bastante frecuencia que la comunicación por SMS, chat y sistemas de mensajería instantánea estropean el idioma lo que afecta especialmente a los jóvenes, que escriben peor desde que existen estos medios de comunicación, pero este nos parece un argumento repetitivo y desacertado. Desde que el hombre es hombre, hemos tenido dificultades para dejar grabados nuestros mensajes en distintos soportes. No en vano, las abreviaturas surgen para poder incluir más información en un espacio reducido (carteles, rótulos) o en un soporte costoso de elaborar (papel) o difícil de trabajar (lápidas de piedra cinceladas, portones de madera…). En resumen, no es el medio el que empeora el lenguaje sino el hablante que no es capaz de cambiar de registro.
El comentario, ahora aplicado a las nuevas tecnologías de la comunicación, ya se aplicaba hace años a los rasgos taquigráficos que muchos estudiantes usaban en las aulas para tomar apuntes. Tanto entonces como ahora con los chats y la mensajería instantánea, la clave es la misma: incluir la mayor cantidad de información en el menor tiempo posible. Así pues, el problema no es escribir pq en lugar de porque, sino emplear esa abreviatura inadecuadamente en otro contexto, como un documento formal o un examen.
Más allá del concepto lingüístico, los medios de comunicación, sean cuales fueren, siempre propician la transmisión de información, y esto es algo positivo.