Antes de iniciar su discurso, el Monarca tomó en sus manos los dos volúmenes de la obra, los acercó a su pecho y, dirigiéndose a los representantes de todas las academias del mundo hispánico, justificó así sus gestos y palabras de gratitud: «me emociona y me enorgullece que estemos todos juntos haciendo un esfuerzo por nuestra lengua».
En su intervención, el director de la Real Academia Española, don Víctor García de la Concha, hacía pública la exclamación de los académicos cuando la vieron depositada, majestuosa como una aparición, sobre la mesa de plenos: «¡Es un milagro!». Nadie podía comprender mejor que ellos el trasfondo de esta comparación con un evento taumatúrgico.
UN MILAGRO
Era un milagro porque, al fin se superaba una larga etapa de silencio jalonada por varios intentos abocados al vacío por un inexplicable sortilegio. La última gramática académica había sido publicada en la ya lejana fecha de 1931. Al paréntesis de Guerra Civil y el subsiguiente período de dificultades por el que atravesó la institución se unió a la prudencia de esperar en momentos de profunda mudanza metodológica. En los inicios de los años sesenta se encarga a don Samuel Gili Gaya y don Salvador Fernández Ramírez la redacción de una nueva gramática de la lengua española. El resultado de un largo decenio de trabajo fue publicado en 1973 con el inseguro titulo de Esbozo de una nueva gramática de la lengua española.
Posteriormente, la Academia encomienda a don Emilio Alarcos Llorach tan esperada publicación. El gran lingüista compone una excelente gramática, moderna y funcional, clara y desnuda de todo cripticismo terminológico. Aparece publicada bajo los auspicios de la Real Academia Española, pero como obra de autor. Por último, el año 1998 se encarga a don Ignacio Bosque un nuevo proyecto. Durante once años, en un trabajo que se aproximaba infinitesimalmente a la extenuación, el académico entrega capítulo tras capítulo a una larga y compleja cadena de montaje que culminó con la aprobación y publicación de estos dos densos volúmenes dedicados a la Morfología y a la Sintaxis. De forma paralela, don José Manuel Blecua inicia la redacción de la parte dedicada a la Fonética y la Fonología. La elaboración de este nuevo volumen colaboran especialistas procedentes de distintas ramas de la ciencia y de la técnica (lingüistas, ingenieros, médicos, físicos, técnicos de sonido…).
Una vez superados los escollos iniciales, esta parte navega por mares de aguas tranquilas hacia una pronta publicación. ¡Al fin, se ha quebrado la flecha del crudo sortilegio!
Es un milagro porque, al fin, el español posee una gramática a la altura de su talla. Es una gran obra a digna de una gran lengua. Nunca se había publicado una gramática del español de la extensión, de la exhaustividad y de la minuciosidad que ofrece esta publicación académica. Los entresijos de nuestra lengua han hallado aquí una proyección científica que supera en muchos codos las descripciones más relevantes de lenguas de nuestro entorno geográfico y cultural. Sin contar con la parte de fonética y de fonología, que aún no castiga las prensas, la Nueva gramática de la lengua española suma casi 4.000 páginas de densa y concentrada tipografía. Recoge tanto los fenómenos generales como los más recónditos y, en apariencia, insignificantes. La descripción se halla justificada por una apabullante cantidad de referencias tomadas tanto del lenguaje hablado como del escrito, de las variedades cultas y de español coloquial, de la literatura y de la prensa, de lo que está registrado en los corpus y de lo que brota de la competencia espontánea del gramático. Un total de 40.000 citas avalan con testimonio de fehaciente uso sus descripciones.
CARÁCTER PANHISPÁNICO
La obra se distingue asimismo por enmarcado carácter panhispánico. Se hace justa merecedora de este título por varios motivos. Primero, porque en el proceso han intervenido representantes de todas sus Academias. En segundo lugar, por la exhaustividad con la que se recogen fenómenos procedentes de todos los ámbitos del español.
La Nueva gramática es sensible a las variedades de estructura morfológica o sintáctica que se registran desde Valderredible hasta la Tierra de Fuego, desde la sensibilidad rural de Delibes hasta el conceptismo de Borges, la fluidez descriptiva de Vargas Llosa hasta la sintaxis esencial de Azorín, desde las guerras del coronel Aureliano Buendía hasta las aventuras del capitán Alatriste.
La gramática representa el sistema arquitectónico de una lengua. Su estudio es necesariamente descriptivo y explicativo; pero en sus descripciones encuentra usos que rompen o corrompen el sistema. Si, a la vez que describe y explica, introduce juicios de valor, si recomienda algunas manifestaciones y desaconseja otras, el tratado adopta también una función normativa.
La Nueva gramática, ligada como está a una institución que vela por la pureza del idioma, es también normativa. Sin embargo, abandona el viejo postulado de que España es dueña de la lengua y depositaria de la norma. Su normativismo jamás es dogmático. Sus juicios son prudentes y siempre apoyados en el uso, como aconsejaba el poeta latino Horacio, ya que son los hablantes los auténticos dueños del idioma.
TRES TIPOS DE DESTINATARIOS
La Nueva gramática cumple todas las condiciones para ser útil a los tres géneros de destinatarios para los que el gran Antonio de Nebrija compuso su «arte castellana»:
1º: «Para los que quieren reduzir en artificio i razon la lengua que por luengo uso desde niños deprendieron».
2º «Para aquellos que por la lengua castellana querrán venir al conocimiento de la latina» (y también de otras lenguas modernas).
3º Para los que «de alguna lengua peregrina querrán venir al conocimiento de la nuestra·.
Una gran gramática para la unidad de una gran lengua.