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A 515 años de la publicación de la primera gramática castellana

Dos meses antes de que Cristóbal Colón llegara a América, Antonio de Nebrija le dedicó a la reina Isabel la Católica la primera gramática de la lengua castellana, para reglar una «lengua vulgar», con el cometido de transformarla en «idioma del imperio».Hoy, aquella premonición de Nebrija es una realidad palpable: el castellano es la segunda lengua internacional del planeta.

El 18 de agosto de 1492 se publicó la primera edición, en cuyo prólogo consignó «a vuestra real Majestad» que «a ninguno más justa mente pude consagrar este mi trabajo, que a aquella en cuia mano y poder no menos está el momento de la lengua, que el arbitrio de todas nuestras cosas».

La obra no deja de tener actualidad, si se tiene en cuenta que en un capítulo sobre la «construcción de los nombres después de sí», señalaba errores que, a 515 años vista, todavía se cometen.

Se trata de los sustantivos que no pueden sino remitir a sí mismos —como «agosto» o «viernes»— y a los que se insiste en anteponerles «mes de» o «día», cuando no llevan tales aditamentos.

«Mas aquí no quiero disimular el error que se comete en nuestra lengua diciendo: “mes de enero”; “día del martes” (…) porque el mes no es de enero, sino él mismo es enero; ni el día es de martes, sino él es martes», precisó Nebrija.

Y a renglón seguido, ironizó: «De donde se sigue que no es anfibología aquello en que solemos burlar en nuestra lengua diciendo: “el asno de Sancho”; porque a la verdad no quiere ni puede decir que Sancho es asno, sino que el asno es de Sancho».

La Gramática fue, aún por encima de su también primer diccionario (Vocabulario Latín-Español, 1495), su obra más importante: Nebrija se adelantó a todos al señalar la importancia de la lengua vernácula, por entonces «lengua vulgar», y en prever el papel que desempeñaría en América.

Al ofrecérsela a la reina, se propuso «sacar la novedad desta mi obra de la sombra y tinieblas escolásticas, a la luz de vuestra Corte» y llevarla así al conocimiento popular.

Dividida en cinco libros, el primero trata la ortographia; el siguiente, La prosodia y sílaba; el tercero, La etimología y dición; el cuarto, Sintaxi e orden de las diez partes de la oración; y el quinto, Las introduciones de la lengua castellana para los que de estraña lengua querrán deprender.

Nacido en 1444, en Lebrija, Sevilla, su verdadero nombre fue Antonio Martínez de Cala e Hinojosa, pero adoptó el pseudónimo Nebrija por ser Nebrissa el nombre en latín de su pueblo.

Fue uno de los grandes humanistas del Renacimiento: filólogo, historiador, pedagogo y gramático, empezó a los 15 años sus estudios en Salamanca, donde a los 19 se graduó en Retórica.

En la Universidad de Bolonia, Italia, estudió luego teología, latín, griego, hebreo, medicina, derecho, cosmografía, matemáticas, geografía, historia y, por supuesto, gramática.

Allí abrevó en el Humanismo y en 1470 volvió a su tierra «para desbaratar la barbarie por todas partes de España tan ancha y luengamente derramada»; fue entonces que adoptó el nombre con el que saltó a la posteridad.

En Salamanca, publicó en 1481 Introductiones latinae, que se convirtió en manual de los estudiantes hasta el siglo XIX.

Sorprendido por el éxito de su obra, la tradujo al castellano y así surgió su Gramática, con la que se adelantó a todos los estudios de ese tipo en lenguas romances o vulgares.

Es que, antes de Nebrija, nunca nadie había escrito una gramática en una lengua contemporánea.

Para los hombres de la Edad Media, sólo el latín y el griego tenían suficiente grandeza para ser merecedores de estudio y análisis; las «lenguas vulgares» se regían apenas por el gusto de los hablantes, sin necesidad de estudiarlas o establecer reglas.

Razones políticas y una oportuna premonición lo llevaron a escribirla: era preciso fijar la lengua que sería «la compañera del imperio» y que nacería como tal tras la reconquista de Granada y la llegada del Colón al nuevo mundo, cuando nadie soñaba aún las consecuencias del descubrimiento de América.

La Gramática de Nebrija inspiró el surgimiento de obras similares en Europa, a medida que se cobraba conciencia de que otros idiomas del viejo continente eran tan nobles como el viejo latín.

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