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En el lenguaje judicial existen diferentes conceptos que a la hora de leer una noticia pueden resultar difíciles de comprender, por lo que es normal que se quede «gringo» o «gringa» con algunos términos propios de los hechos judiciales y del orden público, que a diario se publican en este periódico y otros medios de comunicación.
¿«Los años diez» y «los años dosmil»?: Parece que estos últimos dos decenios se resisten a ser bautizados para desesperación de no pocos hablantes, que no saben qué palabra usar.
Una reacción ante el anglicismo lleva a verlo literalmente: en vez de low cost, de bajo coste; y no barato.
«Igualdad no es que te llamen arquitecta, es que te paguen igual y tengas las mismas oportunidades», dice la académica de la lengua de México.
Si quieres a tu hermano, ¿le quieres o lo quieres?
Pachuchos puede ser una comida para perros; aguacero, ni gota de agua; y universo, un poema de una línea.
‘Imprimir lentitud a algún proceso’ o ‘disminuir su velocidad’ es ralentizar, no relentizar.
Hay faltas que se han generalizado por el uso continuado pero que no deben pasar desapercibidas para dejar de pegarle patadas al diccionario.
También en diciembre recordamos en un breve artículo cuáles han sido las recomendaciones más vistas del mes.
Lo que no tiene nombre no existe. Por eso es necesario buscar palabras que nos ayuden a definir realidades sociales innegables y cotidianas como el miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.
Bob Dylan cantaba que los tiempos están cambiando. Vemos esos cambios en la sociedad aunque no siempre seamos capaces de asimilar las transformaciones que nos zarandean.
Aporofobia es una palabra necesaria para nombrar una realidad terrible. Trabajar para conseguir la justicia social y la igualdad consiste, entre otras cosas, en poner nombre a las situaciones de discriminación y violencia.
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