Esta es la principal conclusión de dos mesas redondas celebradas en la segunda sesión del Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, «Los periodistas, maestros del español», que se celebra en San Millán de la Cogolla (norte de España), organizado por las fundaciones Fundéu BBVA y San Millán de la Cogolla.
El ex director del Nuevo Herald de Miami Humberto Castelló participó en uno de los debates, en el que se trató sobre si los medios de comunicación son «un escaparate de nuevas palabras».
Castelló aseguró que la vulgarización del lenguaje en televisión, en Estados Unidos e Iberoamérica, en general, «es muy similar a lo que sucede en España» sobre todo por la presencia de «chabacanería y chusquería en todos los medios».
Sin embargo, consideró que, «aunque la televisión tenga más responsabilidad, la prensa y la radio también la tiene» y una de las posibilidades para reducir este fenómeno puede ser «una mayor regulación», como la que existe en Estados Unidos.
La otra mesa redonda reunió a profesionales de la «crónica rosa» en prensa escrita y televisión, como María Eugenia Yagüe y Beatriz Cortázar y al redactor de sociedad de La Vanguardia Josep Playá, así como a las profesoras universitarias María Ganzabal, del País Vasco (norte de España), y Ester Brenes, de Sevilla (sur).
Yagüe y Cortázar coincidieron en culpar a la televisión de la degradación de la crónica de sociedad.
Para la primera de ellas, la prensa del corazón «puede ser exactamente igual en su mecánica que cualquier otra», pero «la televisión es la que ha vulgarizado a las revistas».
Una situación que, según Yagüe, tiene difícil solución, porque «ese tipo de información da mucho dinero, el todo vale está más vigente que nunca y si algo da audiencia no hay que cuestionarse si es ético o si se habla mal».
Cortázar, por su parte, incidió en que en los últimos años se ha impuesto «la llegada a platós de televisión de personajes de los más diversos orígenes» en los que «la audiencia premia su gracejo y sus vulgaridades, como parte del espectáculo en el que el lenguaje es solo un elemento».
En muchos programas de televisión, dijo Cortázar, «los errores se convierten en chistes» y «eso le gusta al pueblo llano», pero consideró que «la audiencia no obliga a ser soez y también aprecia el buen lenguaje, aunque eso requiera más esfuerzo».
La profesora de la Universidad del País Vasco María Ganzabal defendió la existencia de «revistas del corazón de alta gama», que sí cuidan el lenguaje y a las que no se puede acusar de vulgarizar el idioma.
En su opinión «hay otros medios que tratan a patadas el lenguaje», como el cine o «algunos periódicos deportivos», y no ese tipo de revistas ni los suplementos de sociedad de los periódicos, que son «otro ejemplo de prensa del corazón excelente».
La profesora de la Universidad de Sevilla Ester Brenes también afirmó que «no se puede generalizar» al decir que la prensa del corazón vulgariza el lenguaje, aunque sí que hay «continuas transgresiones de un determinado sector de esa prensa».
Incluso en los programas de televisión, «nunca un profesional del periodismo comete muchos errores lingüísticos», pero «lo que ocurre es que en esos programas cada vez hay menos profesionales», porque «su lugar lo ocupan famosillos», explicó Brenes.
El periodista de sociedad de La Vanguardia Josep Playa vinculó la presencia en medios de comunicación de personas que no son profesionales a una «vulgarización democrática de la información», un fenómeno que, en su opinión, «no tiene vuelta atrás».
Playa relacionó esa vulgarización con la expansión de los medios, dentro de un contexto marcado por «la batalla global de los medios entre sí», que «se juega cada día en el triángulo de la publicidad, la audiencia y los contenidos».