No porque sean incorrectas, sino porque hacen referencia a realidades, objetos o acciones que ya no existen o hemos dejado de realizar.
Por ejemplo, ¿quién tira de la cadena en el váter de su casa? A no ser que te hayas metido de okupa en algún piso abandonado desde el año de la tos, ni tu abuela tiene ya en su hogar un inodoro del que tengas que tirar -literalmente- de una cadena para vaciar la cisterna.
Si alguien nos pide algo suelto por la calle, que levante la mano quien no haya dicho sin pensar eso de «lo siento, majo, pero no llevo ni un duro». En nuestra actual economía del euro, pensar en este tipo de monedas ya desechadas queda más bien anacrónico.
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