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¿Qué hablan los europeos? Nada más y nada menos que sesenta lenguas, algunas de ellas tan desconocidas como el gagaúzo y otras tan triunfantes como el inglés, algo abrumador para cualquiera que pretenda acercarse a este universo y para lo que el experto y políglota Gaston Dorren ha escrito una divertida guía.
Nunca un vocablo había reflejado con tanta precisión al típico listillo español. Pero ahora se usa en el Parlamento, ha sido elegida una de las palabras del año y se la oímos hasta a Bertín Osborne.
Aunque el origen etimológico no está del todo claro, lo cierto es que algunas acepciones resultan más aceptables que otras.
Muchas veces hemos hablado de eso que se llama la economía de la lengua. Nuestro idioma aprovecha sus recursos al máximo para sacarles todo el partido posible.
El legislador de la Asamblea estatal de California (EE. UU.) José Medina quiere devolver a los nombres hispanos las tildes y las eñes, para que oficialmente los Nicolas californianos vuelvan a ser Nicolás y los Nunez a ser Núñez.
Inmiscuirse o intercalarse, suplantar o suplir, calcinar o carbonizar... Algunos términos resbaladizos.
¡Cuánto mejor le iría a este mundo si pudieran eliminarse las nacionalidades! Pero como Trump ha llegado a la presidencia de EEUU para que dejemos de soñar con sandeces, mejor vamos al caso que nos ocupa.
La Fundación del Español Urgente resuelve las dudas lingüístiscas de los oyentes de Las mañanas de RNE.
La Real Academia Española (RAE) ha convocado la vacante de la silla M, la que ocupaba hasta su fallecimiento el filólogo, poeta y profesor asturiano Carlos Bousoño (1923-2015), y está previsto que la votación para cubrirla se celebre el próximo 4 de mayo en la reunión de su pleno.
Tenemos tan interiorizada la idea de que es el diccionario el que crea la lengua que decimos alegremente que una palabra no existe cuando no la encontramos en el diccionario. Pero es falso.
El director de la Real Academia Española (RAE), Dario Villanueva, ha afirmado hoy en Burgos que la lengua hispana está «resistiendo magníficamente» en los Estados Unidos (EE. UU.), y considera que las políticas de su nuevo presidente, Donald Trump, «no van a frenar» su presencia en aquel país.
El signo de la conjunción inglesa nació en el siglo I a. de C., obra del primer taquígrafo de la historia.
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