Estas son algunas de las numerosas propuestas que contiene el Diccionario panhispánico de dudas (DPD), que se presentará el próximo jueves en Madrid en un acto al que asistirán los veintidós directores de las Academias y los responsables de los principales medios de comunicación hispanoamericanos y españoles.
En torno a ese día, 10 de noviembre, la publicación se pondrá a la venta en España y comenzará a distribuirse en América.
Durante casi seis años de intenso trabajo, las Academias han consensuado palabra a palabra el contenido de este Diccionario que, con sus más de 7.000 entradas, trata de ofrecer respuestas a las dudas más frecuentes que se plantean en el ámbito hispanohablante.
Establecen la norma común en cada caso, pero también tienen en cuenta las variedades regionales.
Publicado por la editorial Santillana, el DPD combina dos tipos de entradas, unas más amplias sobre cuestiones como el uso de los signos de puntuación, reglas de formación del plural, las normas de acentuación gráfica, el género o la concordancia, y otras más breves referidas a palabras concretas que suscitan dudas.
Así, por ejemplo, el Diccionario deja claro que es incorrecto decir «cónyugue», «antidiluviano», «metereología», «disgresión», «espúreo», «almóndiga», «cocreta», «destornillarse» o «bacalado» y recuerda el término apropiado en cada caso: cónyuge, antediluviano, meteorología, digresión, espurio, albóndiga, croqueta, desternillarse y bacalao.
Desde un principio, las Academias de la Lengua dijeron que en el DPD iban a ser combativas con los extranjerismos y que se admitirían los menos posibles. Así ha sido, y es en este campo donde el usuario encontrará algunas de las propuestas más innovadoras.
En muchos casos, los académicos no dudan en calificar un extranjerismo de superfluo o innecesario, siempre que haya palabras equivalentes en español.
¿Para qué utilizar, por ejemplo, el anglicismo «abstract» cuando en castellano existen las voces «resumen», «sumario», «extracto» o «sinopsis»? ¿O por qué decir «consulting», si se puede sustituir por «consultoría» o «consultora»; o «password» cuando la palabra «contraseña» o las expresiones «código de seguridad» y «clave personal» permiten acceder igualmente a cualquier sistema? Son anglicismos innecesarios, como también lo son «overbooking», porque en español hay voces equivalentes como «sobreventa» o «sobrecontratación», o «sponsor», fácilmente sustituible por «patrocinador».
Si de «hacker» o persona que utiliza sus habilidades informáticas con fines ilegales va la cosa, los académicos recomiendan la traducción «pirata informático», y si le toca el turno a «mobbing», esa voz inglesa que significa «hostigamiento al que, de forma sistemática, se ve sometida una persona en el ámbito laboral», mejor decir «acoso laboral».
«Zapeo» es el sustantivo que se recomienda para el tan extendido «zapping» que se practica frente al televisor. Y, en lugar de la locución «hacer zapping», se aconseja el verbo «zapear».
Al campo deportivo pertenecen también los anglicismos «open», «rafting» o «trekking». En su lugar, las Academias de la Lengua proponen «abierto», «balsismo» y «senderismo». ¿Y por qué decir «match» si «partido» o «encuentro» significan lo mismo? En tenis, las expresiones «match ball» o «match point» deben traducirse por «pelota de partido» y «punto de partido».
Pero hay extranjerismos necesarios o muy extendidos y para los que no es fácil encontrar palabras equivalentes en español.
En estos casos, unas veces se propone el mantenimiento de la grafía y pronunciación originarias («ballet», adaptable fácilmente al castellano en la forma «balé»; «blues», «jazz», «software», etc.) Y otras, se mantiene la grafía original pero con pronunciación y acentuación a la española, como sucede con «gay», que en nuestro idioma se escribe igual pero debe pronunciarse /gái/, o con «master», que en español pasa a ser «máster».
Dentro de los extranjerismos necesarios, las Academias proponen a veces adaptaciones para reflejar la pronunciación original de acuerdo con el sistema gráfico español, si bien son conscientes que de que algunas prosperarán y otras no.
Así, el anglicismo «piercing», que se refiere al cada vez más frecuente aro o pendiente que se lleva en partes del cuerpo distintas del lóbulo de la oreja, pasaría a escribirse «pirsin» (en plural, «pírsines»), y las voces inglesas «by-pass», «scooter», «paddle», «ranking», «travelling», «jacuzzi» y «zoom» deben adaptarse al español como «baipás», «escúter», «pádel», «ranquin», «trávelin», «yacusi» y «zum».