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Krauze insta a las grandes empresas de la red a evitar el «discurso del odio»

En su intervención en la inauguración del IX Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, organizado por la Fundéu BBVA y la Fundación San Millán de la Cogolla, Krauze repasó las oportunidades que la era digital ofrece a la humanidad, pero también los peligros económicos, políticos, culturales, tecnológicos y sobre todo morales que supone.

Como todas las revoluciones, advirtió, esta «puede terminar creando monstruos y devorando a sus hijos».

Para el director de la revista Letras Libres existe un riesgo cierto de que la gran conversación universal que suponen internet y las redes sociales «se degrade por falta de un código ético que, respetando la libertad de expresión, madre de todas las libertades, introduzca un mínimo de respeto y racionalidad en ese mar que, por su potencial violencia, puede ahogarnos a todos».

En ese contexto, ha añadido el ensayista e historiador mexicano, la violencia verbal es solo una manifestación más, «triste pero inevitable», cuando hoy podemos leer en las redes «lo que antes solo se musitaba en el silencio de las conciencias».

«Hay algo sano, algo liberador» en ello, «sobre todo en pueblos como los nuestros, habituados a callar y obedecer, no a opinar y disentir sobre los asuntos públicos», ha afirmado durante su conferencia, titulada La ética del idioma.

Los verdaderos peligros morales de la red, ha subrayado Krauze, están en otro terreno: en el «discurso del odio», que usa como principal arma la mentira pública y que amenaza en ocasiones con convertirse en una incitación abierta o tácita a la violencia.

«Las redes pueden convocar movilizaciones pacíficas, liberadoras, pero pueden también agitar hogueras», ha apuntado.

¿Qué hacer para combatir ese discurso del odio, ese «veneno moral» de nuestro tiempo? Para Krauze, primero es preciso medirlo, analizarlo, y luego «establecer un diálogo con las grandes corporaciones que proveen estos servicios (y presionarlas) para que ellas mismas discurran soluciones inteligentes e impidan que sus creaciones se conviertan en los frankenstein del siglo XXI».

Ese «discurso del odio», alerta Krauze, se alimenta no solo de la mala fe sino también a menudo de los malos hábitos intelectuales.

Modos adquiridos como, sostiene el ensayista, «el doble rasero a la hora de juzgar, la homologación de lo no homologable, la teorías conspirativas, el reduccionismo ramplón, las cortinas de humo, las tontas simplificaciones, la absurdas exageraciones, el victimismo paranoico, el tentador maniqueísmo, el ataque ad hóminem…».

Para el escritor mexicano, la principal fuerza del español reside en «su capacidad de mezclar, incorporar, convivir y aceptar lo diverso, en su continuo mestizaje».

Ahora que el idioma se enfrenta «como un Cristóbal Colón verbal e intelectual, a un territorio sin cartografías seguras, el océano verbal del internet», el reto es dotarle, en ese nuevo espacio, «de valores tan esenciales como la transparencia, la claridad y la tolerancia».

«Sustituir la fe ciega o la mala fe con la razón; desplazar el discurso del odio, no con uno de amor sino de claridad», ha concluido.

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