Decimos de algunas personas: «Ese es muy yo, mí, me, conmigo». Y describimos así a través de la gramática el excesivo interés que alguien muestra sobre sí mismo.
La lengua española nos permite prescindir casi siempre del pronombre en función de sujeto porque queda implícito en las desinencias verbales. Si decimos «llevo paquetes», no hace falta expresar por delante «yo», al contrario de lo que sucede en inglés o francés. Porque «llevo» es distinto de «llevas» (o «llevás»), «lleva», «llevamos»…
Esto hace que el «yo» esté poco presente en el español, y que su abundancia extrañe. El académico Emilio Lorenzo (1918- 2002) escribió sobre este fenómeno (El español y otras lenguas, 1980): «Dejamos a los psicólogos e historiadores de la cultura la tarea de aclarar por qué el español, entre otras lenguas románicas y germánicas culturalmente colindantes, hace al sujeto hablante menos protagonista que aquellas».
Vicente del Bosque es persona sabia, y el pasado 30 de julio manifestaba desde el titular de una entrevista publicada en el diario El Mundo: «Si veis que uso mucho la palabra ‘yo’, decídmelo». Y en el texto añadía que él utiliza mucho el nosotros, el ¿no creéis?, el ¿qué os parece?
El plural de primera persona donde se esperaría un «yo» se oye con frecuencia entre deportistas cuidadosos. Induráin podía decir tras ganar una contrarreloj: «Tuvimos alguna dificultad en el repecho, pero luego nos hemos recuperado».
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