Hace unos meses, la ministra española de Igualdad, Bibiana Aído, fue motivo de polémica en diversos medios de comunicación por referirse a los miembros y miembras en una comparecencia en el Congreso. La Real Academia Española de la Lengua (RAE) respondió que ese término era incorrecto y que el uso adecuado era miembro, aunque en muchos lugares de Latinoamérica sí se emplea la palabra acabada en a.
Este ejemplo no hizo otra cosa que desempolvar lo que diversos sectores reclaman desde hace tiempo: acondicionar nuestro idioma a las necesidades actuales, ya que si la sociedad avanza, esto ha de reflejarse en la lengua. Todo ello demuestra que mientras la masculinización de una palabra se hace de forma rápida, la feminización cuesta bastante más. Y si no, ¿por qué se ha de decir la fiscal o la cónsul y en cambio se ha adoptado velozmente la palabra matrón para el masculino de matrona?
El papel de los periodistas en la lucha contra el llamado lenguaje sexista, el uso del lenguaje políticamente correcto como posible ayuda para la eliminación de los reflejos machistas en el castellano y la necesidad de forzar el cambio son algunos de los temas que se debaten en este encuentro que finalizará mañana. «Este es un tema lingüístico que desata pasiones y lo que hemos hecho es agarrar el toro por los cuernos», afirmó Álex Grijelmo durante la apertura del seminario.
En su opinión, los periodistas trabajan en la frontera del idioma y deben poner orden y dar coherencia a anglicismos como la fiscal, la cónsul o la presidenta. Grijelmo lo tiene claro: «Yo prefiero decir la juez y la gerenta y guiarme por criterios lingüísticos, que pueden ser equivocados, pero son lingüísticos».
LA RAE COMO NOTARIO
Víctor García de la Concha recordó que «la lengua la hace el pueblo. Nuestra labor es la investigación y el estudio para realizar una función de notaría, por lo que ha de avanzar. La Academia no quiere ser ni feminista ni machista militante, sino que desea estar en el punto intermedio».
Para ello, recordó que en el 2001 la RAE encargó a un grupo de profesoras que llevaran a cabo un estudio de los términos machistas que aparecieran en el diccionario. Se encontraron 51.000, «de los que 17.000 ya están modificados en la versión electrónica, y el resto se hará a partir del verano. El diccionario está cambiando, y va a cambiar más», aseguró.
La lingüista Eulalia Lledó no se cree del todo estas buenas palabras del director de la RAE. Ella participó en el citado estudio y destaca que «en la Academia no nos hicieron caso». La institución incumplió sus propias normas del juego y obvió 28.000 entradas revisadas del informe de 4.000 páginas que preparó. «El diccionario recoge definiciones equivocadas y lesionadoras de la autoestima de las mujeres, como las mismas definiciones de padre y madre», afirma.
«Mientras el significado de esta última palabra es 'hembra que ha parido', el de padre es 'varón o macho que ha engendrado'. En la definición de madre se mezcla a todo tipo de hembras, mujeres y animales, además de un contenido que roza la mentira. Claramente comprobamos que no representa la realidad y que el diccionario no es sexista, es más que sexista».
Lledó acusa a la RAE de ir a remolque de lo que pasa y de realizar cambios demasiado tarde. Esta lingüista está a favor del desdoblamiento y «de todos los sistemas que posibiliten que ningún grupo humano quede ensombrecido», y cree que la fórmula del uso del masculino neutro refleja una infrarrepresentación de la presencia femenina, ya que «para existir es importante ser nombrada». Lledó considera que el uso de lo políticamente correcto se basa en el uso de eufemismos, en el hecho de esconder palabras. «Yo defiendo todo lo contrario», concluyó.
MUJERES OBJETO
Las palabras también cambian según el medio de difusión. El traductor e intérprete Ibai Aramburuzabala, quien ha realizado un estudio sobre el tratamiento de las mujeres en revistas masculinas, afirma que «todos los tópicos se cumplen».
«La mujer aparece como un objeto y es relegada al mundo del espectáculo. Siempre que se menciona su trabajo, se habla de su atractivo, y la que no es bella es criticada». La franja de edad de las féminas que aparecen en estas publicaciones es de entre 18 y 30 años, ya que cuando la superan, desaparecen.
No solo influye en el lector quiénes aparecen en los medios, sino quiénes trasladan el mensaje, es decir, los propios periodistas. La lingüista María Elena Gómez considera que en las columnas escritas por mujeres se busca más la complicidad del lector. «Se usan más expresiones como ‘ustedes sabrán’, algo que no se da en las escritas por hombres.
Además, ellas se sienten más libres al hablar de lo que quieren y usan un tono menos pontifical». El resultado es que a las columnistas las leen mujeres y los columnistas tienen lectores de ambos sexos. Sin embargo, estas diferencias desaparecen en los análisis políticos, en los que manda el tema y no hay distinciones.