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| H. J. (Diario de Burgos.es)

Una toponimia de locos

Saberse de memoria el nomenclátor burgalés es una tarea ingente. La interminable relación de municipios, localidades, pedanías, barrios y caseríos daría por sí sola para una enciclopedia. Y no digamos nada si encima los pueblos y ciudades retocan constantemente su nombre, se unen, se separan o se absorben entre sí.

Desde el año 1842 más de 643 núcleos de población de la provincia de Burgos han sufrido modificaciones en su denominación o territorio, según recoge el Ministerio de Administraciones Públicas en su Variaciones de los municipios de España desde 1842 que los curiosos pueden consultar a través de su página web.

Se trata de un documento de 364 páginas repleto de nombres de pueblos y la provincia de Burgos se lleva casi un tercio del total: nada menos que 118 folios con un repaso exhaustivo a la toponimia provincial, desde su comienzo en Abajas hasta su final en Zumel. Este último, por cierto, ya extinguido por incorporación al Valle de Santibáñez en 1973.

En el listado aparece la denominación del pueblo, el fenómeno de cambio que le ha afectado en este tiempo y la fecha en la que se produjo esa modificación.

Una buena parte de ellos corresponde a los censos decimonónicos, pero también los hay mucho más recientes. El último fue el que motivó en 2003 que Cabia pasara a denominarse Cavia «para adecuarse a la tradición histórica y a la raíz etimológica del nombre» tras su aprobación del Consejo de Gobierno de la Junta e informes positivos de la Diputación Provincial, la Real Academia de la Historia y la Universidad de Burgos.

Algunos de los cambios en los municipios se limitan a añadir o quitar un artículo («El», La»), a modificar su ortografía o a juntar o separar el ‘apellido’. Pero hay otros cambios más importantes cuando se trata de la integración de unos pueblos en otros o su segregación.

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