Un claro ejemplo de esto, fue lo acontecido con la cadena de ropa, Mango, en la primavera de 2013. Un objeto tan simple como una pulsera, de nombre comercial «esclava», que se vendía en sus tiendas físicas y virtuales, ocasionó un grave problema para la compañía. Mango vendía en Francia también esta «esclava» y al traducir literalmente el nombre del producto que se vendía en España, quedando «bracelet esclave», provocó una revolución en las redes sociales y un descontento en los consumidores de la tienda.
La compañía ante las críticas y la movilización de varias ONG antirracistas tuvo que pedir disculpas por este error de traducción.
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