El segundo, de carácter exclamativo, sí, si lo maltratamos con nuestros dislates por ignorancia.
La lengua española no se ha empobrecido y no lo hará nunca; crece día a día. Empobrecer denota decaer, venir a menos. No puede haber decaído una lengua hablada por más de quinientos millones de personas, que se ha enriquecido con las normas de cada uno de los países hispanohablantes. Los versados en el error la expresan pobremente («Se incendió un incendio»); lo más grave es que no reparan en que cometen yerros y los repiten sin cesar incrustados en una sintaxis tortuosa -a veces, inconclusa- y llena de fracturas. Una de esas equivocaciones es femicidio en reemplazo de feminicidio (del latín femina, ‘mujer’ + el sufijo -cidio, ‘acción de matar’), pues le falta una sílaba. Otros errores muy comunes: en base a (sobre la base de); temas a tratar (temas para tratar o temas por tratar); ese arma (esa arma); es por eso que (por eso o es por eso por lo que).
El apego insistente a algunos anglicismos impide que se usen las palabras de que goza el español.
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