En pleno debate por la llamada turismofobia, la Comunidad Valenciana bate récords en afluencia de visitantes. Alicante no es ajeno a dicho fenómeno, y en el Postiguet, alrededor de la plaza de toros o en las noches del Barrio se pueden distinguir idiomas de diversa procedencia.
El turismo «de garrafón», de palos selfie y autofotos de pies en la arena contrasta con aquellos que vienen para distraerse también, pero cuya principal meta es la comprensión de la cultura y la lengua española, ya sea por motivos profesionales o placer.
Venidos de los cuatro puntos cardinales, y repartidos en una docena de centros dedicados a la enseñanza de Español Lengua Extranjera (ELE), convierten Alicante en su hogar durante un tiempo que oscila entre el par de semanas, meses o el año.
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