Un grupo de sinólogas de diversas universidades españolas ha redactado una Guía de estilo para el uso de palabras de origen chino que pretende ayudar esas vacilaciones.
La obra, coordinada por las profesoras de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Sara Rovira-Esteva y Helena Casas-Tost cuenta con la asesoría de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA), el Departamento de Traducción e Interpretación y de Estudios de Asia Oriental de la UAB y el Departamento de Traducción y Ciencias del Lenguaje de la Universitat Pomeu Fabra.
La idea surgió, explica a Efe Rovira-Esteva, de la constatación de que «el aumento de la presencia china en España, así como un mayor interés y conocimiento de nuestra sociedad sobre todo lo relacionado con China en los últimos años no se han traducido en una mayor estandarización en lo que se refiere al uso de las palabras o referentes chinos en los textos en español».
Cada día observaban en muy distintos ámbitos cómo la incorporación de palabras y referentes chinos (objetos, lugares, costumbres, nombres propios…) da lugar a muchas imprecisiones y errores «fácilmente evitables».
Y constataron también que no existía hasta ahora una obra de referencia sobre ese asunto con un enfoque global.
La guía pretende resolver las dudas que asaltan cada día a traductores, periodistas y otros profesionales que usan términos procedentes del chino como consecuencia de que «la cultura y la lengua chinas ya se han adentrado en todos los ámbitos de nuestra sociedad».
Se usa en los servicios públicos (como la sanidad, educación, juzgados y policía), la cultura, la política, la economía y, finalmente, donde confluyen todos ellos: los medios de comunicación, señala Rovira-Esteva.
Editada por Adelí Ediciones, la obra consta de doce capítulos divididos por temas sobre cómo escribir las palabras de origen chino en español.
Incluye también un glosario de casi 400 sinismos de uso frecuente, recomendaciones de uso de nombres de lugares y de personas, explicaciones sobre los términos relacionados con fiestas y tradiciones chinas, su moneda, medidas, etc. y una guía de pronunciación de los sonidos de ese idioma.
Los nombres de personas, a los que se dedica todo un capítulo de la guía, son una de las principales fuentes de dudas.
Casas-Tost explica que «el error más común es no distinguir entre nombre de pila y apellido, porque el chino y el español siguen un orden diferente en este sentido».
En chino, señala la profesora, se pone primero el apellido. «El actual presidente de China, por ejemplo, se llama Xi Jinping, donde Xi es su apellido y Jinping, su nombre de pila».
«El hecho de confundir estos dos elementos suele producir resultados un tanto ridículos o poco corteses, ya que es habitual leer noticias en las que se refieren al presidente como Jinping, que sería como llamar aquí al presidente del gobierno Mariano a secas», concluye.
A la hora de llevar las palabras del chino al español, las autoras han manejado tres opciones que consideran igualmente válidas en función del contexto y el lector.
En algunos casos, sobre todo en conceptos sin equivalentes o difícilmente traducibles, se ha optado por incorporar los términos directamente en pinyin (el sistema de transcripción oficial promovida por el gobierno chino), como yin-yang o fengshui.
En otros, cuando las autoras creen que de otro modo el lector no va a entender el concepto, se ha preferido la traducción, como en olla mongola (huoguo) o empanadillas (guotie).
Por último se ha dado prioridad a la adaptación a la fonética del español cuando se trata de palabras de uso muy extendido y resultan más aceptables de ese modo, como tofu (doufu, en pinyin) o taichí (taiji, en pinyin).
La guía ofrece además curiosidades sobre palabras y expresiones que usamos con frecuencia sin sospechar siquiera su origen chino.
Es el caso del chinchín con el que solemos brindar o el de ketchup, que nos ha llegado, a través del inglés, desde el dialecto chino de Amoy, que se habla en los puertos del sureste asiático por donde pasaban las antiguas rutas del comercio marítimo. El mismo que nos ha legado la palabra té.