La gente deposita una confianza desmesurada en las letras. Y no me refiero a las del banco, sino a las del alfabeto. Es muy tentador pensar que cada letra equivale a un sonido y solo a uno (pero, oh, sorpresa, fíjate en la ge de gata y en la de giganta) o que si dos letras tienen un mismo sonido es porque lo correcto sería diferenciarlos.
Buscamos explicación a esa aparente superfluidad. Y así llegamos a la be y la uve, y a tu primo, que en la cena de Navidad se empeñó en defender que lo correcto en español-de-verdad-del-bueno (como si eso existiera) es pronunciar «tuvo que instalar un tubo» diferenciando el sonido de la be del sonido de la uve.
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