Más que la cebolla en la tortilla, más que los grumitos del Colacao, un cisma divide irreconciliablemente a las dos Españas: la tilde en sólo.
Durante años la RAE recomendó usar la tilde cuando solo fuese equivalente a “solamente”, hasta que en la Ortografía de 2010 la desterró al rincón de las tildes demodés como ya pasó con fué, á y otros vestigios acentuales.
Un reducto no despreciable (incluyendo ilustres académicos) se declaró insumiso ante esta nueva disposición ortográfica. ¿La razón? Aseguraban que sin la tilde, solo pasaba a ser ambiguo. Lejos de ser una disquisición peregrina entre especialistas, la tilde en solo despierta ánimos encendidos en los no pocos hablantes que la defienden con pasión.
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