El «portavoces y portavozas» que pronunció Irene Montero el martes pasado se ha convertido sin duda en el tema lingüístico de la semana. En los últimos días hemos asistido a una avalancha de declaraciones, polémicas, reivindicaciones y burlas en torno a la forma portavoza, además de al ya tradicional aluvión de preguntas que reciben los siempre sufridos servicios de consulta de la RAE y Fundéu cada vez que se monta una tangana lingüística.
Vaya por delante que la polémica sobre portavoza es al debate gramatical lo mismo que el vestido de Pedroche a los debates sobre feminismo. La situación en la que se produjo el momento portavozas es un escenario artificial creado con el objetivo de atraer atención mediática y generar una polémica sobre un asunto socialmente candente (el lenguaje inclusivo). En cualquier caso, como en el caso de los vestidos de Pedroche, resulta muy elocuente ver las pasiones que despierta este tema y comprobar la susceptibilidad con la que algunos han recibido el término.
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