Hay contenidos en la Red que no son aptos para menores de edad y otros que pueden herir la sensibilidad de la audiencia, pero comienza a resultar imprescindible un tercer tipo de advertencia: aquella que informa al internauta de que está a punto de presenciar la violación sistemática de la ortografía y la gramática castellanas. Un espectáculo snuff nada agradable para estómagos sensibles y cerebros educados con los cuadernillos Rubio, y que, en el caso de profesionales y amantes de la lengua, puede desembocar en patologías que van desde el desprendimiento de retina hasta la autoextracción de los globos oculares.
Dirijamos el dedo acusador hacia nosotros mismos. Internet es así porque nosotros lo hemos hecho así. Y aunque también ha hecho evolucionar la lengua incorporando nuevos términos a nuestro vocabulario (la RAE ya admite tuit: guasap, el siguiente eres tú) y no todos gustan de sodomizar el idioma, lo cierto es que un número cada vez mayor de estas perversiones online empieza a trasladarse al mundo analógico, como asegura Carmen Galán, Catedrática de Lingüística General de la Universidad de Extremadura.
Es la ciudad sin ley gramatical. El imperio del todo vale. El apocalipsis ortográfico. Y estas son sus siete plagas:
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