Sin embargo, el mismísimo Fernando Lázaro Carreter contaba que en una ocasión se refirió en público a unas testigas, y aunque quizá este desliz fue el que alentó a algunos innovadores a hablar de miembras, mejor será que nos moderemos, tanto en la euforia creadora como en la vanidad de pensarnos infalibles.
Aunque apliquemos correctamente las reglas ortográficas y no se nos cuele una h de más o no dudemos al escribir una palabra entre la g y la j, es innegable que escribimos mal y hablamos regular por desconocimiento de las reglas gramaticales. He aquí algunos de los ejemplos más comunes:
Queísmo: «Antes muerta que dequeísta»
¿Hay, lingüísticamente hablando, algo más feo que el dequeísmo? Hacemos un uso igualmente incorrecto del lenguaje cuando eliminamos la preposición de que acompaña a algunos verbos («No me di cuenta que me hablabas») que cuando insertamos esta preposición entre dos términos que no deben llevarla («Me han dicho de que no va a venir»).
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