Algo así le ha pasado a una de nuestras lectoras cuando recuerda a su abuela cibaeña usando el verbo jodorar: ¡Cuidao si jodora lo caizone poi tai brincando! Y no solo para los rotos en los pantalones; también para los agujeros en las orejas destinados a los aretes.
Nada tiene de extrañar este cibaeño jodorar. No es más que nuestro horadar de toda la vida transformado por obra y gracia de la fonética popular. Y ni siquiera se trata de una pronunciación exclusiva de los campos cibaeños. Los rasgos lingüísticos que aparecen en jodorar se dan también en muchas zonas de habla española, sobre todo en el registro popular.
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