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José Luis Fernández-Checa (Agencia EFE)

¿Quién lootea mejor, los «pros» o los «otakus»?

Un verdadero aficionado despreciaría a quien hiciera la pregunta que encabeza esta crónica: cualquier iniciado, por novato que sea, sabe que el «looteo» (luteo) es «básicamente aleatorio», una cuestión de suerte y karma del jugador.

Además, los «pros» y los «otakus» aprovechan lo que encuentran, ya sea una «snaiper», una lengendaria o una simple pistola gris. Su capacidad, en Fortnite, se mide por sus reflejos, su astucia y su habilidad al construir.

Unos y otros andan ahora pendientes del estreno de la nueva temporada de este juego, tras la conclusión de la XV el lunes, día 15 de marzo. En teoría, el final de una debería coincidir con el estreno de la otra, pero habrá que ver cómo y cuándo se desarrolla el evento final que determinará el nuevo campo de juego, el mapa en el que se enfrentarán los jugadores hasta la muerte. De momento, todo son rumores sin fundamento.

Desde su lanzamiento, en 2017, y acompañado de alguno de los creadores de contenido más famosos del mundo de los videojuegos, Fortnite ha ido creando un universo y un lenguaje propios: una jerga, enriquecida por la expresividad y extenso vocabulario del que hacen gala los «youtubers» y «streamers» más exitosos y que empapa el habla de los jugadores más jóvenes.

Se trata de un pastiche en el que se integran, con total naturalidad, términos y referencias provenientes del manga, las series y el cine, la cultura popular japonesa y la estadounidense, el k-pop, el rap… En español, además, se enriquece con acepciones provenientes de distintos países y regiones.

La chavalería maneja con aparente soltura términos tan confusos como «otaku», en principio una palabra que define a los jugadores expertos y letales. Según el contexto, sin embargo, también puede referirse al significado original del término, un fanático obsesivo de juegos o mangas, o en una derivación más peyorativa a alguien que dedica «todo su tiempo al juego, encerrado en su habitación, alimentándose de “snacks” caducados y que no se ducha desde los cinco años…».

Esto parece ser relevante, a pesar de tratarse de un juego en línea que no requiere el más mínimo contacto entre los jugadores. Motivo este último que, por otra parte, explica su auge en estos tiempos de confinamiento: los amigos de colegio o de urbanización quedan para jugar juntos horas y horas, en peleas personales, formando «squads» (escuadras) o enfrentando las complejidades de modo creativo. También se puede competir con amigos de otras latitudes o idiomas: el lenguaje de Fortnite es universal.

En cuanto a las cuestiones de género, la mayor parte de los jugadores son niños, aunque comienza a verse una cierta presencia femenina: Alex, educada y modosa en el «mundo real», es una «killer» implacable, letal, que compensa su escasa experiencia en el juego con astucia y con una total falta de escrúpulos a la hora de asesinar a sus contrincantes virtuales.

Hugo, Marcos y Oriol contemplan con respeto los avances de su compañera de clase. También Izan, aunque este, más expresivo, lo hace a grandes voces y extremando los calificativos a través del chat de voz que incorpora el juego.

Ahí, a través del chat, se comparten experiencias y se comentan las jugadas, se sueltan los nervios y se califica a los contrarios y compañeros con términos que no requieren traducción… También se reparten consejos sobre estrategias y «loots» (equipamiento de armas), así como la mejor forma de conseguirlos.

Porque así comienza la partida: armados tan solo con un pico virtual, los jugadores se lanzan desde un autobús aéreo sobre el extenso territorio del juego. En función del momento del salto y de su habilidad para dirigir su planeo, pueden caer en lugares más o menos seguros y con diferentes posibilidades de «luteo».

Lo mejor es caer sobre un tejado, «reventarlo» e introducirse en las buhardillas, donde suelen encontrarse cofres con armamento, escudos y munición… A partir de ahí, a buscar pelea, a «grindear» (matar). A veces «campeando» (quedarse quieto o esconderse) aunque no esté bien visto, otras «holdeando» (avanzar con sigilo), incluso marcarse de vez en cuando un buen «emote» (un baile «bien chulo»).

Los «otakus» y los «pros», en esencia términos equivalentes, aunque quizás los primeros dediquen algo más de tiempo al juego, se contraponen a los «noobs», los novatos, que apenas saben «farmear» (similar a «lutear», pero centrado en materiales de construcción) por muchos «PaVos» (moneda virtual del juego) o «skins» amenazantes que tengan.

Lo de las «skins» (disfraces, personajes o vestimentas) es un mundo aparte: se trata de la principal fuente de ingresos de la propietaria del juego, Epic Games, aunque desde el punto de vista del jugador no aporta ningún tipo de ventaja competitiva. Las posibilidades parecen casi infinitas, desde vestimentas bélicas futuristas a las imágenes más estrambóticas, como un disfraz de plátano o los diseños más exclusivos de los «gamers» más exitosos.

Los chicos que han servido como fuente de información para esta crónica no se ponen de acuerdo sobre cuál es la más «otaku» (en este caso, el término equivale a «chulo», «vistoso»…), aunque coinciden en que los personajes femeninos parecen ser más eficaces, al menos ofrecen menos superficie para que hagan puntería los contrarios.

Unos chicos, por cierto, que si accedieran a la lectura de esta información, la calificarían rápidamente con la expresión con la que suelen referirse a series, libros, películas, a casi cualquier cosa que les aburra soberanamente: «Muuuucho texto».

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