Aquella gran obra se publicó entre 1726 y 1739, un tiempo récord para los medios que había entonces; situó a España a la altura de países europeos como Francia e Italia en materia de diccionarios y contribuyó a «mantener la pureza de la lengua castellana ante el riesgo de contaminación que experimentaba», dado el predominio que el francés tenía entonces.
De ese riesgo hablaba hoy el secretario de la RAE, Darío Villanueva, quien no dudaba en definir el Diccionario de autoridades como «un auténtico monumento de la lengua española”, durante la presentación de la edición facsimilar.
Publicada por JdeJ Editores se presenta en dos versiones, una popular a 29,90 euros cada volumen, y otra de lujo, que respeta la concepción y el aspecto de la obra original y que costará en total 1.188 euros.
Con este facsímil, que acerca hasta los lectores del siglo XXI las 37.000 voces que contiene el diccionario, la RAE rinde homenaje a sus fundadores el año de su tercer centenario.
Una efeméride que comenzó a celebrarse con la gran exposición que puede verse hasta el próximo mes de enero en la Biblioteca Nacional, y que terminará en octubre de 2014 con la publicación de la XXIII edición del actual Diccionario académico, que contendrá unas 90.000 voces.
El Diccionario de autoridades, llamado así porque cada definición va avalada por citas de escritores tan importantes como Fray Luis de Granada, Cervantes, Lope de Vega o Quevedo, fue una de las mayores aventuras editoriales del siglo XVIII, «una gigantesca empresa» a la que el director de la RAE, José Manuel Blecua, dedicó en el 2006 su discurso de ingreso en esta institución.
A Blecua se le notaba hoy que siente pasión por esta gran obra, de la que ha hablado cientos de veces en sus clases de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Y esa pasión quedó patente cuando explicó ante la prensa el grabado de Palomino que hay al comienzo del Diccionario de autoridades, en el que aparecen representados el dios Mercurio, «símbolo fundamental de la Elocuencia»; las figuras de la Gramática, la Poesía y la Retórica, y el crisol con el famoso «limpia, fixa y da esplendor» que impulsó los trabajos de la Academia durante siglos.
Varios símbolos de ese grabado muestran cómo los académicos del XVIII supieron unir la tradición con «las tendencias más innovadoras, armonía que ha llegado hasta los planteamientos actuales».
Este diccionario, despojado de los ejemplos y sometido a sucesivas actualizaciones, ha sido la base de las distintas ediciones del diccionario usual de la RAE, editado en un solo tomo desde 1780.
El actual Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), cuya edición digital recibe más de un millón de consultas diarias, refleja como es lógico la evolución de la lengua española a lo largo de estos tres siglos.
Se han incluido numerosas voces nuevas y las definiciones de las palabras han cambiado de forma significativa, pero, como reveló Blecua, aún se conservan algunas de aquella obra de 1726.
Entre los académicos fundadores había clérigos y el peso de la religión queda patente en muchas definiciones. A la voz «DIOS» (aparece toda ella en mayúsculas) se le dedican seis páginas enteras y su definición comienza así: «Nombre Sagrado del primer y supremo Ente necessario, eterno e infinito, cuyo Sér como no se puede comprehender no se puede definir…»
«Dios no come ni bebe, más juzga lo que vee», dice uno de los refranes incluidos en esa voz. «Dios que da la llaga, da la medicina», afirma otro refrán.
En la entrada de «ciencia» se dice que la ciencia infusa es «la infundida, ò inspirada por Dios nuestro Señór: como se la concedió al Rey Salomón».
Como recordaba hoy Darío Villanueva, los académicos fundadores decidieron no incluir en aquel diccionario nombre propios ni términos deshonestos, criterio este último que «no podía sobrevivir» en sucesivas ediciones.
El diccionario actual contiene tacos y todos tipo de voces relacionadas con la sexualidad, pero a veces «es sometido a lo políticamente correcto» y diferentes colectivos le piden a la Academia que omita entradas que consideran ofensivas, afirmó Villanueva.
Pero, como ha dicho en más de una ocasión el secretario, la Academia «no inventa el idioma ni las conductas. Su misión es recoger el idioma tal cual es». «El problema no es si el diccionario es machista o racista. El problema es si lo es la sociedad».
La nueva edición del DRAE será también presentada a finales del 2014 en México, en la Feria del Libro de Guadalajara, y marcará «un punto de inflexión» en la publicación de esta obra, cuyo futuro dependerá de la evolución de la sociedad digital.
El futuro de los grandes diccionarios será debatido en un simposio internacional que habrá en Madrid en el otoño del 2014 y que será uno de los actos de cierre del tricentenario de la RAE.