Le gustaba lucirse, ser contemplada, que hablaran de ella. Y el efecto era mayor cuando se presentaba por sorpresa en la gala benéfica que el Sindicato de Actores celebraba todos los años a favor de los artistas en riesgo de exclusión social. Nadie se atrevía a expulsarla porque la imagen de dos gorilas sacando del lugar a empujones a aquella elegante intrusa sería infinitamente peor que dejarla aparecer en las fotos del acontecimiento. Sin embargo, todo cambió cuando se destituyó al anterior presidente del Sindicato de Actores y se nombró a uno nuevo, más rígido con las normas y menos preocupado por el impacto mediático.
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