En la música o en la retórica la repetición de algunas notas o voces puede ser elegante o efectiva. Sin embargo, en la prosa escrita resulta molesta la reiteración de algunas palabras o frases sin venir a cuento. Por ejemplo, en mis manuscritos me emperro en ciertos adverbios, como mucho, poco, algo. O también pongo el pronombre personal de los verbos cuando no es necesario. Abundan hasta el cansancio expresiones como lo que o ciertos pronombres demostrativos. Hay que ir a una escritura más llana, con menos adornos. En ello estoy. Una regla de oro es que la corrección de un texto se beneficia mucho cuando lo lee otra persona. El autor se suele empecinar en los yerros.
La lengua española resulta monótona, con sonidos parecidos, con abundancia de palabras graves y con terminaciones repetidas. Por ejemplo, resulta inelegante juntar palabras que terminen en -on. Es una rima horrible. Por ejemplo,
(-) La emoción de la celebración me alegra el corazón.
(+) La emoción de la fiesta me alegra el alma.
En la prosa debemos evitar la rima o la repetición de una palabra en la misma frase o incluso en el mismo párrafo. Para evitarlo disponemos de sinónimos. Entiéndase que los sinónimos no son palabras equivalentes sino afines. Cada una de ellas posee un matiz preciso.
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