Pensemos, por ejemplo, en la letra de Chilanga banda, de Jaime López:
“Mejor yo me echo una chela
y chance enchufo una chava
chambeando de chafirete
me sobra chupe y pachanga…”
En primer lugar, sorprende el sonido ch que logra colarse, con ingenio, por doquier; en segundo, la perspectiva apologética para exaltar dos virtudes del trabajo («chambeando») como conductor profesional («chafirete»): beber cerveza («me echo una chela») y seducir, eventualmente, a miembros del sexo opuesto («y chance enchufo una chava»)… sin límites («me sobra chupe y pachanga»). Además de la exuberancia lingüística de esta viñeta urbana, podemos reconocer el encanto que tiene cada una de estas palabras: el sonido de lach, producto de ese CHoque sutil, pero CHispeante, de la lengua contra el paladar, como de CHapuzón o CHapoteo, despierta nuestra simpatía.
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