En los primeros días de julio de 1943, los alemanes habían logrado crear un enorme frente —’extensión o línea de territorio continuo en que se enfrentan los ejércitos con cierta permanencia o duración’—, de más de doscientos kilómetros y concentrar allí una enorme cantidad de fuerzas: hasta 50 divisiones. En total, en esta acción intervinieron dos millones de soldados y 3 000 tanques.
Los nazis contaban con tanques, artillería y aviación. Casi un millón de soldados, dirigidos por los mejores generales alemanes, poseedores de un gran conocimiento del arte militar —’conjunto de preceptos y reglas para la organización y empleo de los ejércitos’.
Su plan era atacar con los carros de combate por la parte delantera del frente y cerrar con la infantería motorizada —’aquella que es transportada en vehículos sin blindaje’—sobre Kursk, estrangulando así al Ejército Rojo, cuyas unidades podían acabar rodeadas… Las tropas alemanas superaban técnicamente a las soviéticas: sus tanques y unidades de artillería autopropulsada de los nuevos modelos T-34 eran mucho mejores que los rusos. El Ejército soviético superaba en cantidad al alemán.
Los combates más violentos tuvieron lugar el 12 de julio, en el campo de operaciones —’sitio de combate’— de Prójorovka, tomado por los alemanes el día anterior, donde el 2º cuerpo de tanques de las SS se desplegó —«hacer pasar las tropas del orden cerrado (‘formación en que la tropa se agrupa para ocupar menor espacio’) al abierto y extendido (‘formación en que la tropa se dispersa para ofrecer menor blanco vulnerable y cubrir mayor espacio de terreno’)—. El mando soviético lanzó sobre este grupo su principal golpe —’acción violenta, rápida e imprevista, que altera una situación en provecho de quien lo da’.
La batalla fue encarnizada y supuso la última gran ofensiva —’ataque, agresión, especialmente la realizada por una fuerza militar’— nazi en el frente oriental. Las tropas hitlerianas perdieron más de cien mil hombres y sus divisiones de tanques, consideradas invencibles, quedaron destrozadas.
La victoria soviética supuso un cambio en la balanza a favor del Ejército Rojo y constituyó una victoria estratégica en la derrota definitiva del nazismo.
Los excelentes tanques soviéticos, años más tarde, acompañarían a las fuerzas militares cubanas en sus guerras solidarias.