Los Abadía se habían pasado cinco años recopilando expresiones como «elevaduras eléctrico», «Eso, por debajo de mi cadáver» o «Ese tiene orejas de soplido». Las escuchaban en casa, en la calle, en comercios o en el trabajo y tras hacerlo, las escribían para compartirlas con el resto de los hermanos y no olvidarlas.
Cuando el compendio de frases-lapsus (o «herejías lingüísticas», como las denomina el padre de los autores, Leopoldo Abadía) llegó a las 500, pensaron que había que hacer algo con aquel material. Un libro recopilatorio se perfilaba como lo más apropiado. «Le propusimos el proyecto a la editorial Espasa y le encantó». Como título escogieron una de sus blabladurías preferidas: «No seas pájaro de paragüero».
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