Joaquín Müller, que participa en Buenos Aires en el VI Congreso Latinoamericano de Traducción, aseguró que en la Fundéu BBVA (institución promovida por la Agencia Efe y el banco BBVA) se ha constatado un aumento de anglicismos, provenientes en gran medida del mundo de la tecnología, cuyos desarrollos están presentes en todos los campos de la actividad humana.
«Cuando ya nos hemos tragado el uso de start up para hablar de empresas emergentes, aparece scale up, que son emergentes, como las otras, pero en proceso de expansión, y cuando dotamos a nuestros televisores de conectividad con internet y les podemos instalar aplicaciones los estamos smartizando; del inglés smart (‘inteligente’)», explicó Müller.
Además, durante una conferencia a la que asistió un nutrido grupo de espectadores, aseguró que nuestra lengua sufre un aluvión diario de anglicismos.
El director de Fundéu dijo que no resulta fácil actuar, pues no hay una única regla para hacer frente a los anglicismos, por lo que a veces hay que responder con «manga ancha» para acogerlos y otras combatirlos con alternativas en español «que deben de lograr siempre la complicidad del hablante».
Si bien esta situación preocupa, «no debemos, tampoco, echarnos las manos a la cabeza y vivir escandalizados por el rumbo que toma nuestro idioma. Esa actitud no es buena, ni nueva, por cierto, pues sabios escandalizados del devenir de la lengua los ha habido siempre y aquí estamos, siglos después, con un español distinto del que se hablaba en el XVIII, pero no por ello peor».
El Congreso Latinoamericano de Traducción e Interpretación se celebra desde ayer y hasta el próximo domingo en el Palais Rouge de la capital argentina y alberga a más de 1000 participantes.
Müller comentó que en determinadas especialidades del periodismo se es menos flexible a la hora de adaptar anglicismos al español que en otras.
La disposición a alejarse del término original —dijo— va haciéndose más rígida cuando se informa sobre economía, tecnología, moda o un tipo de deportes.
Sectores nutridos, «hasta el empacho», de extranjerismos, en los que tanto el emisor como el receptor del mensaje tienden a mostrar un claro rechazo a cualquier cambio en la palabra inglesa original.
El componente de prestigio que tiene incorporar determinados extranjerismos al habla parece que es uno de los factores clave para entender por qué se asumen con tanta facilidad, pero este factor no tiene, en opinión de Müller, la fuerza del hecho de que «nuestros hijos interactúen desde la infancia con unos juegos informáticos que sus palabras claves, sus expresiones más atractivas, están en inglés».
«Lo que antes era propio de los adultos, de los saberes especializados, como la economía y las finanzas, hoy ya no lo es de ellos en exclusiva. Hoy los juegos de los niños se expresan en un lenguaje global, anglosajón, aunque los juguetes sean una creación española o china. Los niños trufan de palabras inglesas su discurso y lo hacen de forma natural», agregó.
El director de Fundéu destacó también la presión que existe para que las alternativas a las voces inglesas sean cortas, para que se huya de las perífrasis «como de la peste» y se recurra, si es preciso, a acrónimos para lograr un equivalente en español.
«Algo —señaló— que no es muy propio de nuestra lengua pues, aunque es cierto que, como norma, el inglés tiende más a la concisión, parece oportuno resaltar que nuestro idioma no se decanta automáticamente por la expresión más breve».
Bajo el título general «El traductor después del mañana», expertos, estudiantes y profesionales debaten en el ciclo de conferencias sobre la situación de la profesión y los diferentes obstáculos a los que se enfrentan los trabajadores del sector ante el ascenso de las nuevas tecnologías.