Me referí el domingo anterior, aunque de pasada, a la expresión «miembros y miembras» y la califiqué de «inconveniencia». Lamento la simplificación. Como penitencia, me aventuraré aquí a adentrarme en tan espinoso tema.
Se dan a mi parecer dos tendencias en este asunto. Una corriente social pretende forzar el lenguaje («ciudadanos y ciudadanas»…) para alentar así el cambio de una realidad discriminatoria. Y otro sector considera una pesadez tal empeño y cree que será el cambio de la realidad, por otros medios, lo que altere la percepción de las palabras.
La duplicación logra, en efecto, llamar la atención sobre la desigualdad. Pero al mismo tiempo es cierto que los contextos y la realidad influyen en cómo percibimos las palabras. Si oímos que en una detención intervinieron tres policías, nos imaginaremos a tres varones, aunque no haya atisbo de género en la frase. Si leemos «en el concurso de belleza participaron veinte jóvenes» pensaremos en veinte mujeres. En cambio, una expresión como «los universitarios españoles» nos remite a visualizar una colectividad de mujeres y hombres en igualdad.
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