Mar Abad García, Premio Don Quijote de Periodismo dentro de los Premios Internacionales de Periodismo Rey de España, que convocan la Agencia EFE y la Aecid, por su artículo «Cómo ha cambiado el español en los últimos 80 años», asegura en una entrevista con EFE que «el lenguaje que no evoluciona, que no cambia es el que está muerto».
Su trabajo, publicado en la revista digital Yorokobu, repasa las palabras que marcan y definen a cada generación: «El lenguaje es una forma de teletransportarnos porque cuando oímos hablar a personas con palabras de otras épocas también nos están llevando a otra forma de ver la vida, a otra moral, incluso a otros objetos que ya no existen».
Y cuando personas de 90 años «hablan de las perras, en vez de los euros, están evocando objetos de un mundo que ya no esta», indica Abad, que considera que en el lenguaje deja ver además la moral imperante en cada época.
Así «en los años 40 y 50 se hablaba muchísimo de lo pecaminoso, de la fresca, del marrano… Hay muchas connotaciones de la represión religiosa tan grande que había. Ahora podemos hablar de género neutro, de homosexualidad con absoluta normalidad porque la moral de nuestra época no es tan represora como era antes», explica.
También el lenguaje nos fotografía la política de cada generación. En España hasta principios de los 70 no se podía hablar de política, únicamente se hacía a escondidas. «Y cuando no se puede hablar de algo, el lenguaje no crece tan rápido», dice la autora.
Pero, en la actualidad, el lenguaje político «es absolutamente una locura, porque hay tantísimo meme, tanta mentira, tanta propaganda, a la vez del debate político interesante…».
Los años 80 fueron los más apasionantes desde el punto de vista de la creatividad en el lenguaje para esta experta que explica que la llegada de los dispositivos digitales hizo que las personas empezaran a escribir más que en toda la historia.
Sin embargo, «volvemos otra vez hacia el audio. A los humanos nos encanta la voz y por eso ahora hay un auge de los pódcast grandísimo y la sensación es que otra vez vamos a volver hacia la palabra hablada».
«Cada vez los chavales escriben más en sus foros y sus chats y eso es una noticia maravillosa», dice Abad, que también resalta lo positivo de los diferentes lenguajes: «Cuando un niño escribe en el colegio tiene que hacerlo conforme a la norma, pero cuando escribe en sus chats utiliza la k en vez del qué. Eso es diversidad de comunicación».
El lenguaje, sostiene Abad, jamás puede ir a peor: «El lenguaje evoluciona, cambia, se adapta a las nuevas circunstancias, pero no hay una vara de medir ética sobre lo correcto. ¿Lo correcto es el latín que hablaban en Roma? No», recalca.
Uno de los lenguajes universales de la actualidad es, explica Mar Abad, el de los emojis, pero, advierte, también son polisémicos según las culturas o los grupos. Así pasa con el emoji de las dos manos juntas: para unos es rezar, para otros significa ‘por favor’ y para otros es el namasté del yoga».
Por eso destaca la necesidad de «ser abierto de mentalidad con el lenguaje y tener en cuenta que las palabras no significan lo mismo para todas las personas», como lo demuestra el hecho de que la mayor parte de los conflictos que tenemos son por lo que decimos y los malentendidos, más que por lo que hacemos.
Otro de los lenguajes actuales es el de los memes, que evoluciona de forma muy rápida, explica. Es un lenguaje «muy de calle, muchas veces es irreverente y por ahí también es un coladero de racismo, machismo y xenofobia tremendo. En los memes te encuentras de todo, un ingenio maravilloso y fascinante y mucha basura», sostiene.
Lo que no le gusta en absoluto a Mar Abad es el «elitismo del lenguaje»: «No creo que sea mejor el lenguaje de la Academia que el de las cárceles, que el del trap o las jergas juveniles. Son distintos lenguajes para distintos momentos y diferentes tipos humanos, pero todos ellos son riquísimos».
No obstante, asegura que las academias de la lengua deben esperar un tiempo para ver si una palabra se ha asentado o no. Pero también, dice, deben estar mirando cada día lo que ocurre en el lenguaje «y eso durante años lo ha hecho de maravilla la Fundéu, que va un paso por delante casi».
Abad ha estudiado también la influencia de la pandemia del coronavirus en el lenguaje y ha comparado lo que ocurrió en 1918 y en la actualidad.
«Ahora hay una diferencia clave, que es que la OMS en febrero rápidamente salió a nombrar la enfermedad antes de que cada país o grupo humano le diese un nombre que pudiese ir en contra de un grupo de personas o de animales o lugar geográfico», como ocurrió con la denominada «gripe española» en 1918 o la peste porcina.
Y cree que la huella en el lenguaje que dejará la pandemia durará lo que se prolongue el coronavirus: «En el momento que nuestra vida esté en otras cosas desaparecerán porque no las necesitaremos».