La tele se parece cada vez más a las carreteras de circunvalación: uno ve tantos letreros y reclamos a la vez, que lo normal es que se despiste.
En la televisión, la pantalla aparece con frecuencia dividida: a un lado, por ejemplo, el reportero que habla; y al otro, unas imágenes de archivo en ciclo sin fin, a veces remotamente vinculadas a lo que el periodista dice. Y además, por arriba y por abajo del encuadre se nos ofrecen todo tipo de letreros: una etiqueta para Twitter, los mensajes de los espectadores, el anuncio del siguiente programa, unos textos con noticias que circulan en rodillo (y que también se repiten y se repiten) y otros que, a modo de subtítulos, nos ofrecen titulares o entrecomillados para recordarnos lo que acabamos de oír o presenciar (lo cual tiene su lógica, porque con tanto punto de atención lo normal es que nos hayamos distraído).