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| Agencia Efe

Los puertorriqueños son cada vez más creativos con los nombres propios

Nombres como Crishainelys, Abellemarie, Daisyanette u otros inventados, modificados sobre la marcha o transcritos literalmente del inglés se imponen cada vez más en Puerto Rico, donde ya hay un «diccionario» que recoge esta rarezas.

El bibliotecario Manuel Martínez Nazario, de 45 años, ha recopilado más de 2000 nombres que se salen del santoral y de lo común y ha intentado darles una explicación etimológica o semántica.

En su lista hay nombres como Sol de Borinquen, Yaritzi, Yamilka, Gingger, Noralis, Libni, Lymarie, Yaminet, Widalys, Haimie, Miredys, Naddya, Lizmarie, Adilen, Yumarie, Chaidelys, Angienel o Noelismar.

Todo comenzó, según explicó Martínez Nazario a Efe, mientras trabajaba en la sección de préstamos interbibliotecarios en la Universidad de Puerto Rico (UPR), en San Juan.

«Con los años me había ido dando cuenta de que me topaba con nombres que cualquier podría catalogar de raros, absurdos o incluso ridículos. Yo prefiero decir que son diferentes», explica.

Entre los nombres más curiosos de los 2156 incluidos en su diccionario de 144 páginas los hay nacidos de una fusión, como Crishainelys, que según el autor del libro es una mezcla de Christian y Shaira, Abellemarie, de Abelardo y María, y Daisyanette, de Daisy y Annette.

También hay nombres surgidos de la adición de alguna letra al final de la palabra, como Laudi, que procede de laúd.

Algo parecido ocurre con Cochranlee, que al parecer es la aglutinación del apellido Cochran y del nombre de pila Lee y con muchos otros nombres del diccionario de Martínez Nazario.

El estudioso destaca que se trata de una tendencia cada vez más extendida, que no se circunscribe sólo a determinados niveles sociales.

«La gente simplemente se cansó de llamar a sus hijos María o José. Lo encuentran monótono. Dicen: “ese nombre está gastao” (usado). Cada vez más están buscando nombres diferentes, únicos», explica Martínez.

Después de buscar los nombres más extraños y seleccionar cuatro mil de ellos para estudiar cómo se formaron, al bibliotecario le llamó la atención que sólo quince eran nombres masculinos.

Martínez se reconoce incapaz de explicar por qué los padres boricuas son tremendamente más creativos con los nombres de sus hijas que con los de sus hijos.

Otra particularidad es que hay muchos nombres que tradicionalmente han sido para hombres y que cada vez se ponen más a mujeres, como Merari y Nahir, así como topónimos que se popularizan como nombres propios.

Un ejemplo incluido en diccionario es el de Varsovia, la capital polaca, o el de Urda, una población española.

Tampoco podía faltar Coquí, el nombre onomatopéyico que reciben unas pequeñas ranas autóctonas de Puerto Rico, que se encuentran en peligro de extinción y que se han convertido en toda una seña de identidad de la isla caribeña.

«Las personas no escogen los nombres por su significado. Nosotros respondemos más al criterio eufónico, que se escuche bonito», explica Martínez, que destaca que, «a diferencia de algunos países en Latinoamérica», nunca ha sabido de alguien que tenga nombres peyorativos o de mal gusto como Clítoris o Peptobismol.

Otros interesantes nombres que están surgiendo en los últimos años en Puerto Rico son los de inspiración rusa, como Manueleshka, con influencias indígenas, como Nanishi y Capcí, u origen árabe, como Shakira, que significa agradecida y que la conocida cantante colombiana ha ayudado a popularizar enormemente.

También se ha recurrido a invertir la letras de un nombre conocido como es el caso de Aryam, que es Mayra al revés, Nivlek (Kelvin) o Nemrac (Carmen).

Con todas estas creativas técnicas, lo cierto es que en esta isla de 3,6 millones de habitantes la variedad de nombres es inmensa. Hoy en día hay puertorriqueños llamados Guevnex, Damgizel, Marializ, Chaidelys o Birla.

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