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Rebeca Palacios (Agencia EFE)

Los neologismos aportan «sofisticación» a una idioma, según un lingüista

El lingüista Miguel Sánchez Ibáñez ha asegurado a EFE que algunos neologismos aportan «sofisticación» a un idioma porque introducen un significado «más específico y afinado», pero solo si no sustituyen a vocablos ya existentes para denominar a ese mismo concepto.

Sánchez Ibáñez ha intervenido en Logroño en la quinta edición del congreso Trabalengua, organizado por la Fundación San Millán de la Cogolla, en el que una docena de expertos han analizado este fin de semana el uso de la lengua en las redes sociales y otros formatos lingüísticos.

Este profesor del Departamento de Lingüística Aplicada de la Universidad Politécnica de Madrid ha defendido la ponencia ¡Neologiza como puedas! (o te dejen), en la que ha constatado que siempre hay una «lucha encarnizada entre la creatividad del hablante y la norma que regula el lenguaje».

A través de ese proceso, algunas palabras acaban entrando en el canon léxico de un idioma, pero otras no, ha explicado este aficionado a consultar diccionarios, para lo que atesora una colección de 22 ejemplares de diferentes idiomas.

Sobre la incorporación de nuevos términos en una lengua, ha opinado que los hablantes tienen «una intuición muy fina para dar respuesta a necesidades denominativas del mundo en el que viven», que va evolucionando y necesita palabras para identificar nuevos conceptos, mientras que otras se pierden por su escaso uso.

«Tenemos que perder el miedo a la autorregulación del lenguaje, es necesario que haya un organismo que marque una norma o estándar, pero la lengua pertenece a los hablantes, porque ellos determinan lo que les viene bien o no desde la eficiencia comunicativa», ha reflexionado este experto.

En este sentido, ha reconocido que cuesta llegar desde abajo, «de lo que emana de los hablantes en su día a día, hasta conseguir alcanzar las puertas de la legitimación normativa» y entrar en el diccionario.

Por el camino se quedan muchas palabras, «pero no por falta de uso», ha puntualizado, como, por ejemplo, geolocalizar y enoturismo, dos vocablos que aún no aparecen en el diccionario a pesar de que están ya «muy asentados» en la lengua.

Sin embargo, a consecuencia de la pandemia, «no han tardado nada en admitirse» palabras como desconfinar o desescalar, ha precisado.

Este lingüista cree que hay una motivación estilística en el uso de los neologismos, que son de «clase A», cuando ayudan a denominar realidades para las que no se tienen palabras, y de «clase B», cuando se usan por «postureo o para hacerse el guay», porque ya existen términos en español para esos conceptos.

Por ello, defiende el uso de aplicación en vez de app, y en el caso de la terminología de videojuegos, mejor hospedar que hostear y prohibir o vetar en vez de banear.

También hay neologismos traducidos que suenan «raro» al hablante, como micromecenazgo por crowdfunding o empresas emergentes por start-up, que no acaban de calar en la calle, por lo que cree que «la batalla está perdida».

Sánchez Ibáñez, quien ha tenido que escuchar en muchas ocasiones que le llamen friki por dedicarse a clasificar palabras, ha puntualizado que este adjetivo es un préstamo del inglés que al traducirlo al castellano ha sufrido una modificación en su significado.

Así, friki en castellano se usa para referirse a alguien que se dedica a «algo muy rebuscado o específico de manera muy fanática», con un matiz «casi tierno», pero ha puntualizado que en inglés tiene «unas connotaciones más oscuras y define a personas raras, hurañas y fuera del sistema». 

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