El subjuntivo del español se ha especializado en la irrealidad. El indicativo, en cambio, prefiere ver la vida como es.
De acuerdo: ésa no es una afirmación científica. Pero sirve para esta explicación.
El subjuntivo sub-junta: o sea, junta por debajo: supedita, subordina.
«Yo canto» es indicativo. «Yo cante», subjuntivo. El primero se basta solo, mientras que al segundo le gusta colgarse de otra idea: «No es bueno que yo cante».
La irrealidad engloba (en términos gramaticales) la incertidumbre, la conjetura, la posibilidad, las emociones y las obligaciones (sobre todo si no se han cumplido). Es decir, el subjuntivo representa lo subjetivo, frente a la sensación de objetividad del indicativo. Contamos en indicativo «veo que viene Bernarda» (se ve la realidad, es algo objetivo para la gramática); pero en subjuntivo «me sorprende que venga Bernarda» (la sorpresa es una emoción, y por tanto subjetividad). Decimos «creo que el Séptimo de Caballería llegará a tiempo»: y esa creencia nos parece real conforme a la historia del verbo «creer»: ‘tener por cierto algo que no está comprobado’.
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