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| Ana Mendoza (Agencia EFE)

Los doce autógrafos existentes de Cervantes contienen «el ADN» del escritor

Miguel de Cervantes era un hombre apasionado, inteligente, impulsivo, con gran agilidad mental y poco amante de las rutinas, como refleja el análisis grafológico de los doce autógrafos conocidos a día de hoy del autor del Quijote, reunidos ahora en una edición facsimilar.

Dado que no hay manuscritos de las obras literarias de Cervantes, la importancia de estos doce autógrafos es aún mayor porque reflejan «el ADN del Cervantes hombre», ha afirmado hoy José Manuel Lucía Megías, presidente de la Asociación de Cervantistas, durante la presentación en la sede de la Real Academia Española de la singular edición que ha realizado el Círculo Científico-Taberna Libraria.

Las doce piezas, de las cuales ocho son totalmente autógrafas, mientras que las restantes lo son de forma parcial o exclusivamente por la firma, apenas «permiten entrar en los entresijos vitales o literarios de Cervantes», pero sí muestran «la trayectoria excepcional de un hombre al que acompañó tenazmente el fracaso y que al fin de sus días, después de haberse desgastado en afanes indignos de su talento, dio a luz una obra genial».

Esas palabras corresponden al prólogo que el director de la RAE, Darío Villanueva, ha escrito para esta edición internacional limitada de 1616 ejemplares, autenticada con acta notarial, cuya publicación constituye «el pistoletazo de salida» de la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Cervantes. Su precio ronda los 600 euros.

En su intervención de hoy, Villanueva llamó la atención sobre el retraso que lleva la conmemoración oficial del centenario cervantino, en contraste con la multitud de actos que se han anunciado ya en el Reino Unido para recordar el IV centenario de la muerte de Shakespeare.

El centenario de Cervantes «es una ocasión que España no debería dejar pasar sin el eco y resonancia» que el autor del Quijote se merece, dijo Villanueva.

Los doce autógrafos aparecen fechados entre 1582, el primero de ellos, y 1604, el último, y se publican ahora juntos y acompañados de un exhaustivo estudio de la escritura cervantina.

El primer documento es una carta dirigida al secretario del Consejo de Indias de Lisboa, en la que Cervantes confiesa su «decepción» por no haber visto «atendida su solicitud de un puesto en la Administración de las Indias».

En los diez documentos que siguen, se habla «de las fatigas, de los sinsabores e, incluso, de las miserias que, entre 1588 y 1591, Miguel de Cervantes hubo de sufrir por tierras andaluzas como comisario real para el aprovisionamiento de las galeras de Su Majestad», añade Villanueva.

Y en el último, fechado en Valladolid, en julio de 1604, Cervantes solicita al rey «licencia y privilegio por veinte años para poder publicar El ingenioso hidalgo de la Mancha», según el título que figura en dicho texto.

Los autógrafos se conservan dispersos en distintas instituciones, entre ellas el Archivo General de Simancas, Archivo Histórico Nacional, Biblioteca Nacional de España, Real Academia Española, Rosembach Museum Library de Filadelfia y la Sociedad Cervantina de Madrid.

Los tres autógrafos que hay en Filadelfia (EE.UU.) desaparecieron de España en el siglo XIX, probablemente sustraídos de Simancas en la invasión francesa o «desgajados» de ese archivo, como decía hoy con prudencia Elisa Ruiz García, catedrática emérita de Paleografía.

Para preparar la edición facsímil, Elisa Ruiz se desplazó a Filadelfia y allí comprobó que uno de los autógrafos estaba incompleto. Al volver a España, la paleógrafa encontró en Simancas, «por un golpe de suerte», el fragmento que faltaba.

Si José Manuel Lucía hablaba con emoción de «las huellas cervantinas» que hay en estos doce autógrafos, Ruiz García explicaba el tipo de escritura «pausada, cuidada y elegante» de Cervantes, que escribía en «letra bastarda», la preferida de la época, y que salpicaba el texto de «mayúsculas inmotivadas”.

El académico Juan Gil ha estudiado a fondo la ortografía de Cervantes en estos autógrafos, de los que se desprende «la llaneza» con que escribía.

En aquella época la ortografía no estaba aún fijada y a Cervantes le gustaba «adaptar la escritura al habla». Prescindía de las dobles consonantes (correción) o de otros grupos consonánticos (otubre, setiembre).

El estudio ortográfico, añadió Juan Gil, demuestra también que los editores «no respetaron la forma de escribir de Cervantes», ni siquiera la b de Cerbantes con que el novelista firmaba siempre.

«Los editores lo traicionan y ponen Cervantes con v, contrariando lo más íntimo del autor».

Sandra Cerro ha realizado el análisis grafológico de los doce textos cervantinos y así ha podido deducir «la psicología» del escritor, «su carácter, su parte emocional».

Cervantes «era un hombre apasionado. Intentaba mantener el tipo pero siempre se dejaba llevar por sus impulsos». Era «muy activo y poco amante de las rutinas». Era «espontáneo» y «optimista», a pesar de todo lo que padeció en la vida, aseguraba hoy esta grafóloga.

De su letra también se desprende «su ingenio» y su capacidad creativa, «su inteligencia». Y en la carta escrita desde la cárcel, al poner Prisión, con mayúscula inicial, se le nota «el impacto emocional» que le causaba estar preso, comentó Cerro.

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