Este es uno de los últimos exabruptos de lo políticamente correcto, que nació como una buena iniciativa en los años 80 con el fin de incrementar el respeto por las minorías, pero que se extravió en los radicalismos hasta convertirse en un movimiento tiránico que bordea el absurdo y da pie a burlas. Porque la lista de términos proscritos crece, así como la de los que se entronizan, a menudo verdaderos esperpentos de rebuscamiento.
La Bias-Free Language Guide publicada en el sitio web de la Universidad de New Hampshire, por ejemplo, al lado de sugerencias atinadas, incluye otras hilarantes: ahora, por ejemplo, debe decirse «gente internacional» en vez de extranjero, «gente de talla» en vez de gorda, y, ya en el colmo del eufemismo, «personas que carecen de lo que otros tienen» en vez de pobres. Y es que el miedo a usar un lenguaje con connotaciones discriminatorias nos ha llevado a usar un lenguaje condescendiente, que en ocasiones lo que hace es acentuar las diferencias.
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