Lo que ya tiene menos gracia es enfrentarnos en la vida real a una de esas comunicaciones de algunas administraciones, empresas o bancos que parecen redactadas por el mismísimo guionista de aquella película: palabras vacías o ambiguas, frases retorcidas, subordinadas sin fin…
¿Por qué a veces las administraciones y las empresas parecen empeñadas en hablar un idioma que los ciudadanos entendemos con dificultad o no entendemos en absoluto?
Este tema, el del lenguaje claro como uno de los retos de las sociedades del siglo XXI, va ser el que centre a partir del miércoles el XII Seminario Internacional del Lengua y Periodismo organizado por la Fundación San Millán de la Cogolla y la Fundación del Español Urgente (promovida por la Agencia EFE y BBVA) y que inaugurará la reina Letizia.
Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española de la Universidad de Barcelona, especialista en comunicación clara y una de las participantes en el encuentro, cree que en ocasiones las administraciones y las empresas hablan es tipo de lenguaje oscuro «directamente porque interesa que los ciudadanos no entiendan» y pone como ejemplos «los términos y condiciones de uso de aplicaciones y programas de internet o las cláusulas bancarias tristemente famosas en nuestro país».
También puede haber «cierta comodidad, pereza a salir de la ‘zona de confort comunicativa’ y del ‘es que aquí siempre se ha escrito así’» y «falta de conocimiento y formación sobre cómo elaborar discursos claros y eficaces», porque eso requiere una técnica y «no se logra por ‘generación espontánea’ ni por simple voluntarismo».
El periodista Javier Badía, autor del blog Lenguaje administrativo, añade que el lenguaje oscuro está «fuertemente arraigado en la administración española por obvias razones de nuestra historia en los siglos XIX y XX. Convertirlo en un lenguaje claro solo será posible si hay una determinación del poder en el gobierno a nivel local, autonómico o general del Estado».
Badía reconoce la existencia de un cierto esfuerzo, por ejemplo, de las administraciones autonómicas, que organizan cursos de formación de lenguaje administrativo claro. «Pero, salvo excepciones, no suele haber una exigencia consecuente, de modo que estamos ante un proceso de buenas intenciones sin una traducción práctica efectiva».
Mario Tascón, fundador y director de Prodigioso Volcán -que asesora a algunas grandes compañías en asuntos de comunicación clara-, opina que «la Administración es uno de los estamentos sociales más atrasados y con una mayor inercia de incomunicación porque les ayudaba a perpetuarse».
«Las empresas -añade- están siendo más ágiles porque la comunicación clara afecta positivamente a sus resultados económicos y a su reputación».
Y es que, como subraya Montolío, la comunicación clara no solo tiene evidentes beneficios para el ciudadano sino también para las administraciones y empresas que deciden aplicarla. «Para empezar supone indudables incrementos en la valoración de la reputación, de la marca y del grado de confianza del cliente o ciudadano».
«Pero además se produce un incuestionable ahorro económico. Por ejemplo, cuando se clarifican los documentos con instrucciones que han de manejar un número importante de usuarios, descienden de manera drástica las llamadas a los centros de atención telefónica para intentar saber qué hay que hacer exactamente porque cuando el documento es claro, no hace falta llamar», añade.
La cuestión, agrega la lingüista, es que ni los propios ciudadanos ni las empresas y administraciones con las que nos relacionamos a diario somos todavía suficientemente conscientes de nuestros derechos comunicativos. «Por eso es importante que la madurez cívica de los ciudadanos ayude a reivindicar una comunicación legítimamente clara».
Entre los elementos que contribuyen a lograr esa claridad están, por supuesto, los lingüísticos, pero no solo estos como explica Tascón: «Hoy el diseño de las pantallas de ordenadores y móviles, así como los elementos que las componen tienen en la práctica tanta importancia como el lenguaje; el lenguaje visual en su conjunto, con el diseño, la tipografía o herramientas tan poderosas como la infografía, son claves para esto».
En lo que todos los especialistas parecen de acuerdo es que España tiene aún un largo camino por recorrer hasta llegar a los niveles de claridad comunicativa de los que gozan el Reino Unido, los Estados Unidos y algunos países nórdicos.
Un camino que debe conducir a que lo de “la parte contratante de la primera parte será considerada la parte contratante…» sea solo una escena graciosa de la historia del cine y no una pesadilla habitual de muchos ciudadanos.