Hay un hecho de gran relevancia que los periodistas latinoamericanos y españoles creo que deberíamos tener muy presente. Hay tres lenguas de impregnación universal en Occidente: inglés, por encima largamente de todos, francés, en relativa decadencia, y español, cada día más pujante, con sus 450 millones de hablantes en todo el mundo. Y, así, el periodista que pueda ganarse la vida con esa lengua parte de una plataforma, un trampolín, superior a lo que pueda exhibir no importa qué otro idioma, sin excluir grandes expresiones culturales como alemán, italiano o ruso, del ámbito europeo.
Por eso me parece urgente que, sobre todo nosotros los periodistas, seamos conscientes de la necesidad de mantener una unidad viable de la lengua, aunque siempre respetuosa del genio particular de cada área reproductora del castellano. Hace unos días una excelente periodista chilena, Rocío Montes, me regaló un libro muy interesante: una relación de hasta 640 chilenismos, que se usan mayoritaria o exclusivamente en el país más largo que ancho.
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