Durante muchos años, cometer una falta de ortografía se consideraba algo intolerable en un estudiante que se preparaba para la vida adulta. El elevado analfabetismo de la sociedad española, que no se empezó a paliar hasta los años 60, provocó que en muchos casos se aceptaran los errores en aquella parte de la población que no había tenido acceso a la educación básica, pero también que una correcta utilización del lenguaje fuese una obligación para aquellos que sí habían gozado de dicho privilegio.
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