El periodista argentino Martín Caparrós escribe en su libro El hambre (Anagrama) que los términos técnicos no producen efectos emotivos. Por eso circulan expresiones como «subalimentación», «desnutrición», «malnutrición», «inseguridad alimentaria» y cualquiera otra que evite decir «el hambre»; vocablos que (supuestamente precisos por tal o cual motivo) arrinconan a la palabra que más duele.
Así se nos van los vocablos que laten y se nos quedan los términos disecados, sujetos con un alfiler en las hojas de los periódicos.
Por ejemplo, las siglas. Decimos y debemos decir, por supuesto, PP, PSOE, ONU, OTAN…. Pero no nos referimos aquí a organismos o partidos, sino a los términos comunes que se esconden tras unas iniciales que los desproveen de su carga más honda, de su capacidad para seducir o repugnar.
La diferencia entre las palabras con carne y las que se han quedado en los huesos se puede percibir con claridad. «Película» es un término cálido, y DVD un vocablo frío. Nuestras canciones más nostálgicas las asociamos a «disco», rara vez a «CD». Nos reconforta un «mensaje de apoyo» pero enviamos «un SMS» con la cita para una reunión.
[…]
Leer más en elpais.com